Me siento una descripción descalza. Una voz siniestra que se apaga. Mis heridas sangran palabras. Me siento un alma desgastada. Mis libros intoxican mis desdichas. El viento compone mis mejores lágrimas. Las cuerdas del destino se perciben desafinadas. El temblor de mi pulso se siente indefenso ante las hiervas congénitas. El silencio se siente como una orquesta que acecha, que espera, que esmera en concebir mis momentos más privados. Me siento un entramado de versos contaminados que se resbalan sobre las penumbras. Me siento un poeta distante de las masas; pero cercano a tus ojos cerrados. Mis susurros ya no quedan fijos sobre la pared caliza. Las aves me visitan en mis momentos más contemplativos; pero ya no bailan, solo me ven con vacilación. Me siento un surrealismo oscuro, una compaginación de tinieblas mal entramadas. Los globos rojos ya no se inflan como antes con el aire de mi pecho quebradizo. Me siento una bóveda donde guardo los refugios de mis pulsos más cálidos, como si re
Se van arrastrando un sinfín de cosechas, cargadas de simpatías mal guardadas. Se encuentran llenas de máscaras, meticulosamente ornamentadas; con detalles de esporádicos crepúsculos, específicos, mas las marcas de los más tenues amaneceres. Deambulo como la neblina que empapa a las ventanas en su acompañado y sutil susurro persistente. La maquinaria de mis delirios comienza su marcha estruendosa al hallarme solitario frente al cúmulo de nubes blancas. Últimamente, el mirar al cielo se ha vuelto un espectáculo silencioso. Una jauría de asimétricos diálogos agonizantes resuena como campanarios mortuorios en mi cabeza. Es como si al cerrar la boca, sintiera tus besos más deshonestos recorrer vehemente nuestro acuerdo de esencias compartidas. El crujido de las hojas secas me recuerda a tu intimidad cercana de aquellas horas en vela. No soy de nadie y soy tuyo casi siempre. Cuando más nos ignoramos, siento que es cuando más honestos podemos llegar a ser nosotros mismos. Tú, añorando el pas
Y de un pétalo caído nació la ceguera esperanzadora, como cámara lenta, como si bailaran en el aire plumas de ángel desfallecido. Marchitos ahora persisten sus vuelos oníricos. El humo del cigarro opaca a la orquesta de mis pestañeos tercos. La sangre burbujea desde su cuerpo mítico; pero solo puedo percibirla en colores monocromáticos: un gran lago negro se expande debajo de sus rizos grises. Sospecho de todo, del pasto negro, y hasta de la santa muerte. Las ramas de los árboles han comenzado a sangrar; por cada hoja desprendida en la superficie, por cada nube atravesada sobre el cielo fúnebre, por cada agonía disuelta al ya no sentir sus alas completas ante el olor de las almas en pena. Mis zapatos comienzan a sentirse pesados ante el panorama dantesco. Su corazón comienza a martillar a su pecho de piedra hueco. La lluvia se presenta debajo de sus pupilas fijas. Los demás ángeles solo aprecian en un suspiro callado que parece eterno, un tanto suspendido en el tiempo olvidado. Aquí ya
Hay más verdades en un corazón roto, que en un corazón enamorado; engañado por la ilusión. La ranura del viento me contagia de ciertas lágrimas, que se quedan fijas en mi interior, aquellas lágrimas que nunca salen, pero guardo permanentemente. Las hojas en el suelo me hacen sentir un mar de olas de disgustos que van y vienen. Me veo en las gotas de lluvia como un recital de silencios. El horizonte no soporta mi desquicio de múltiples suspiros. Quisiera poder volar, salir volando a un desierto donde la arena olvide el aleteo de mis tristezas. Las plantas me proponen un baile de silencios en la oscuridad del paisaje. Mis pulsos se sienten cautelosos, como si mi voz ya no pesara y gritara de manera muda. Los demás se apresuran, todos corren, yo quiero quedarme quieto a contemplar lo simple, apreciar el gran charco que no refleja mi rostro; sino una simple respiración profunda. Las páginas de los libros se sienten más reales que la superficie de mis pies. El humo del café me devuelve a mi
Una línea, una transparencia, un acuerdo escrito y lleno de palabras. Una armonía viva llena de sentimientos encontrados y fugaces; dentro del gran orbe procedente de lo infinito. ¿Qué será de la vida cuando llegue la nada? Existir se vuelve fundamental ante lo irresoluto. Sentir la tierra bajo nuestros pies. La muerte puede desaparecernos con un simple y veloz zarpazo, o puede quitarnos la vida, debilitada y prolongadamente. ¿Quiénes somos frente al rostro de la muerte? ¿Cómo rogarle por unos minutitos más de vida? ¿Cómo pensar frente a su mirada fija y brillante? Somos nombres repetidos, somos una escala de suspiros que no volverán. Somos la calma de un corazón que palpita sueños de ancestros olvidados. La luz se encaja en nuestros sentidos más próximos en el caminar finito. La luz prospera, la oscuridad nos espera. ¿Vivir la vida de otros, o vivir la vida siendo auténticamente un bosque lleno de imperfecciones míticas y místicas? ¿Qué será de la cacofonía cuando llegue el silencio e
Una voz que se agacha en un feroz instinto al alba. Se retuercen las emociones con la vibra de aguas diáfanas. El sol vislumbra las montañas con su terciopelo vivo y fatigado. La textura de la tierra se alza, acechando a mis sentidos murmurando. Me siento el caminar de una tormenta sobre un puente de ilusiones amargas. El viento me va quitando rosas. Mi abrigo estorba y me haces falta. Arrastro el cadáver del rocío con sus pétalos débiles y descoloridos. La espuma del fuego se enaltece en la danza de los árboles complacientes. El barco ha zarpado sin mucha gente. La gente cae, la gente calla, la gente siente. Los lobos pueden rastrearme en el abrazo de la tiniebla púrpura. Mis huellas son mi sentencia. El cansancio me refresca la frente. ¿Por qué seguir? ¿Por qué perdurar? Mi tribu ha caído sobre los altares. ¿Por qué la tierra brama? Si mis lágrimas sacuden las flores. El río arrastra a un cuerpo vencido.
El gato azul corría con suerte, se asomaba su sonrisa por encima del abanico de cartas frente a su rostro peludo y lleno de bigotes. Sus colmillos de oro y plata destellaban de vez en vez, mientras acomodaba sus fichas para apostar lo necesario para ganar la nueva partida en turno. El humo del puro llenaba la atmosfera de cierto misticismo ante los rostros nerviosos de sus oponentes frente a distintas apuestas amenazadoras. Todos develaron sus cartas, en efecto, el gato azul había perdido de nuevo. Ante su enojo, disparó al pecho de sus rivales: la golondrina amarilla caería muerta sobre la mesa de apostar. El gallo rojo se fue de espalda con su silla, dejando sus patas con tatuajes suspendidas en el aire mientras sus plumas compaginaban junto con la neblina de la nicotina. El gato azul ordenó a sus trabajadores que retiraran los cuerpos y los desaparecieran. Ordenó otro vaso de whisky en las rocas. Subió el volumen de la música blues a toda su capacidad. Necesitaba aliviar su ira —e
Hay libros que te llaman, hay libros que te ignoran, hay libros que aguardan, hay libros que te rechazan, hay libros que te buscan desquiciadamente, hay libros que huyen de uno mismo, hay libros ocultos, hay libros a simple vista, hay libros viejos, y hay libros nuevos que se harán viejos. Hay libros de colores, hay libros sin portadas. Hay libros que se empiezan con entusiasmo, y hay libros que se abandonan con tristeza y enojo. Hay libros calculadamente acomodados, hay libros intencionalmente desordenados. Hay libros que huelen bien, hay libros con plagas bacterianas. Hay libros amarillentos, hay libros enteramente rayados. Hay libros efímeros, hay libros que parecen eternos. Hay libros gruesos, hay libros sumamente delgados. Hay libros que demandan concentración absoluta, hay libros que se acaban como el agua escurridiza. Hay libros en la punta de las torres de papel, y hay libros que yacen hasta abajo. Hay libros que saltan, hay libros que nunca se mueven, siempre están quietos. Ha
Soy autista . Vivir con autismo es como jugar un video juego por primera vez y en su modo Experto. Cada día es un bombardeo de estímulos sensoriales. Una extensa sobrecarga de sensaciones en su grado más alto navegando en el cerebro. Habitar la Ciudad de México es sobrellevar las elevadas resonancias sonoras provenientes del exterior: como la música ruidosa, el sonido de camiones, perros en azoteas, ambulancias, patrullas, cláxones, personas gritando, risas escandalosas, chiflidos, sonidos de construcción, etcétera. Ser autista es tener que explicarle qué es el autismo a profesores, policías, familiares, amigos y conocidos. Es también tolerar que las personas te miren o te cataloguen como “raro”, en ocasiones, acudo a la actuación para ser “normal”, aunque sea por mera sobrevivencia e implique un cansancio físico y mental. La sociedad mexicana es de apapachos, apretones de manos, de estar demasiado cerca alado del otro. Es un caos percibir la basura fuera de lugar, percatarse que no