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Mostrando las entradas de agosto, 2023

Rojo atardecer

El teléfono de color negro con lunares blancos sonó, interrumpió el sueño de Larissa. Contestó, escuchó de manera atenta, se frotó sus glúteos desnudos, se acarició de manera juguetona sus pezones firmes. La llamada concluyó. Larissa bostezó, volvió a su cama, volvió a soñar. Despertó de golpe, miró el espacio de sobra en la cama, su amante se había ido sin hacer ruido. El humo del cigarrillo abrazó los rayos del sol provenientes de su ventana. Por alguna extraña razón, no dejó de pensar en la llamada, no dejó de sonreír aún después de bañarse y arreglarse para ir a su oficina en sábado por la mañana. Se montó en su Jeep color rojo que combinaba con su blusa y el color del labial propagado en sus labios gruesos. Una vez que salió de la carretera para entrar en la ciudad de Río de Janeiro, se tropezó con un tráfico descomunal. En el retrovisor se asomó su mirada previa a ajustarse sus gafas negras de sol. Pasó el tráfico vehicular. Larissa sólo vislumbró la conglomeración de gente reuni

Latinoamérica suena

Suena la hoja seca en la cotidiana y lúcida Latinoamérica. Amarilla y de azul celeste, surca al vuelo con sus alas cual mariposa parda en ajetreo. Crujen las distancias en un río de aguas diáfanas. Los te quiero son de color verde y nuestros bailes de color naranja. Rojos son los labios tersos los corrompidos en diversos cantos, más la cacofonía “catastrófica”, esa la que empalma nuestros arranques, nuestros altares, nuestros rituales, nuestras ofrendas, nuestras creencias, la cotidianidad proveniente de las calles.   ¡Esa, esa, en la colorida Latinoamérica! Una tierra donde brillan los sonidos y los colores suenan a tambores. ¡La tragedia es nuestra poesía! ¡Oh, melancólica guitarra vieja! ¡Somos cigarros y fruta fresca! ¡Somos muerte y fiesta! ¡Somos la robusta faena! ¡Somos alebrijes, somos Latinoamérica! ¡Somos un monstruo atiborrado de colores! Y lo que pareciera milagroso, resulta ser solo una hoja seca, danzante y cotidia

Soy desgaste

Soy espíritu Soy caverna Soy la contemplación del fuego Soy la realidad vuelta sombras Soy desdicha y soy testigo Las cadenas son mi lenguaje Soy desdén Soy capricho y soy desgaste Deslumbramiento vil Desgarre de manto Soy semilla Soy palabra y también el canto que no se muestra Soy la pausa de un capullo Soy el pálido tallo seco Soy desdicha y soy vaivén Soy la presa Un retén sin sentido Soy preso de lo sucedido Soy juventud mal gastada Soy destellos Y también Oscuridad mal deseada Soy el silencio vuelto pulsos Soy el desvanecido espíritu Soy la olvidada caverna 

Cero

Mi deseo. Mi acervo. Mi desdicha. Mi vanguardia. ¡Qué tristeza! ¡Y qué tragedia! Que, para ser un buen poeta, se necesita ser un buen matemático. Si a mí, siempre la suma de uno más uno me ha dado cero. Irremediable síntoma, no ser lo que se espera. Vagar en rimas mundanas. Lo que jamás espero.  Navegar en versos libres, sin métodos, sin reglas… Lo que más anhelo. Ser un ser incómodo: Mi vaivén… ¿Cuál deseo? ¿Cuál acervo? ¿Cuál desdicha? ¿Cuál vanguardia? Si todo resulta cero.

Ensangrentado poema

Hay una habitación blanca, secretamente oculta, olvidada. Hay un muerto al abrir la puerta. Alguien culminó con su desconocida vida. ¡Está muerto, bien muerto! No…, más bien asesinado. No hay testigos, no hay huellas. Solo hay sangre derramada. No hay cuchillos, no hay armas, y la sangre sigue brotando. No hay rostro, solo un semblante blanco en la pequeña habitación blanca. El rojo de la sangre borbotea. La herida esta abierta y el pobre hombre esta muerto. Nadie lo auxilia, nadie llama. No hay culpables solo un cuerpo blanquecino que deja salir su sangre. No hay anuncios de despedida. No es suicidio, no fue hastío. Hastío de una vida triste y sin sentido. Es una víctima, es grande su herida. No hay ventanas, no hay miradas. No hay justicia ni venganzas. La sangre no se acaba… No hay indicios, no hay ofrendas. Muevo su cuerpo y solo hay letras. Letras del posible culpable y son solo los versos  que componen  a este ensangre