Ensangrentado poema

Hay una habitación blanca,

secretamente oculta, olvidada.

Hay un muerto al abrir la puerta.

Alguien culminó

con su desconocida vida.

¡Está muerto, bien muerto!

No…, más bien asesinado.

No hay testigos, no hay huellas.

Solo hay sangre derramada.

No hay cuchillos, no hay armas,

y la sangre sigue brotando.

No hay rostro,

solo un semblante blanco

en la pequeña habitación blanca.

El rojo de la sangre borbotea.

La herida esta abierta

y el pobre hombre esta muerto.

Nadie lo auxilia, nadie llama.

No hay culpables

solo un cuerpo blanquecino

que deja salir su sangre.

No hay anuncios de despedida.

No es suicidio, no fue hastío.

Hastío de una vida triste y sin sentido.

Es una víctima, es grande su herida.

No hay ventanas, no hay miradas.

No hay justicia ni venganzas.

La sangre no se acaba…

No hay indicios, no hay ofrendas.

Muevo su cuerpo y solo hay letras.

Letras del posible culpable

y son solo los versos 

que componen a este

ensangrentado poema.

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