Mis primeros diálogos filosóficos (Parte 1)
Anaxímenes:
¡Qué glorioso atardecer! Acércate, Elis. Aprecia junto a mí este bello paisaje un
tanto efímero. Anda, deja eso, aprende a contemplar un atardecer.
Elis: “¿Contemplar?” ¿Y quién dice que no sé contemplar? Justo contemplo este bello artefacto a detalle en su acto de desarmado.
Anaxímenes:
¿Por qué intuyes que implico que tú no sabes contemplar? Mencioné la palabra aprender,
aprender no es un no-saber, aprender es asimilar sobre el saber que ya sabes o un
conocer desde otra perspectiva para ampliar el conocimiento todavía más sobre
el saber.
Elis:
Ya veo, ¿qué es realmente saber algo o el saber en sí?
Anaxímenes:
Formidable pregunta, ¿tú sabes si sé la respuesta o sabes por qué me preguntas
lo que me preguntas? ¿Tiene algún fin que seas consciente de saber qué es el
saber?
Elis:
Intuyo que sabes, porque eres un hombre mayor con cierta experiencia en su
habitar en el mundo desde que apareciste en él hasta tu ahora. Por ello, creo
que has tenido más contacto con el saber. Y en cuanto al fin de querer saber
qué es el saber, creo que es una mera curiosidad. Es como si fuera el efecto a
la causa del saber: causa y efecto, quiero saber, y me concentro en averiguar; por
ende, al querer saber como fin, es saber. El efecto ahora es saber lo que se quería
saber.
Anaxímenes:
Eres una jovencita muy capaz. Pero, creo que en mi experiencia con el saber o
los saberes que me he encontrado en mi bagaje de tiempo, diría que, el saber o
saber es una creencia, creer que sé, o hacer las cosas por lo que sé y he
dejado de ignorar. El saber sería una anulación de ir borrando muchos elementos
de ignorancia hasta quedarme con pequeños esbozos del saber. Sería como
introducirse a una máquina de peluches, y que solo abraces los osos de peluche
que más quieras, pero aun estás rodeada de otros peluches que ignoras el poder
de no abrazar y a los que elegiste abrazar en sí.
Elis:
Pero, ¿no abrazaría dichos peluches por ser los más cercanos a mis brazos
dentro de la máquina de muñecos de peluche?
Anaxímenes:
Excelente observación. ¿Crees que el saber es saber lo que está a nuestro
alcance y disposición en cuanto a capacidad de saber?
Elis:
Es probable, ya que no sé lo que ignoro, y al no ver a cada peluche uno por
uno, abrazo los que están más cerca de mí, y los que pueda abrazar dentro de mi
capacidad de agarre. Obviamente, no podría abrazar muchos, mis brazos no dan
para más…
Anaxímenes:
Pues así funciona la mente, Elis, a veces no podemos forzar nuestro saber por
querer saber más ante nuestras imposibilidades.
Elis:
¡Qué fiasco!
Anaxímenes:
Así es, pero, ¿te imaginas?, ¿poder saber todo lo que quieras saber? Incluso
sabiéndolo todo, ¿cómo sabrías que lo sabes todo? A sazón, podríamos decir que
saber es saber hasta donde se puede saber algo.
Elis:
¡Qué triste! Odio estar limitada, aunque como diría un viejo maestro, mi
cuerpo es una cárcel. Pero ante tanto que desconozco, ¿cómo sé lo que
quiero saber desde un principio?
Anaxímenes:
Pues en ello radica la particularidad de tu ser. No tienes todo el tiempo las
mismas intrigas de saber, al igual que una cantidad considerable de personas.
Sí, hay preguntas universales; pero no todos las persiguen, depende de cada
mente en su estado individual hasta donde fuerza su saber. La experiencia te
dará tus propios saberes y tus propios límites.
Elis:
Bueno, espero que el tiempo me dote de mis propios saberes y mis más grandes
ignorancias.
Elis: “¿Contemplar?” ¿Y quién dice que no sé contemplar? Justo contemplo este bello artefacto a detalle en su acto de desarmado.
J. N. R.

