El tercer ángel


Érase una vez una pareja de recién casados, felices, motivados por el gran amor que se tenían el uno por el otro. Un buen día decidieron ser padres, como lo habituaban la mayoría de los matrimonios primerizos al planear la llegada de su primer bebé.
     Alegres y emocionados transcurrieron los nueve meses. El gran día en que llegaría esa personita que les provocaría una extrema felicidad en sus vidas, había llegado; a pesar de ello, algo salió mal. Los doctores no pudieron predecir lo que veían sus ojos en los ultrasonidos con anterioridad. No era un bebé, eran dos, y eran siameses, unidos por la cabeza. Al darse cuenta los padres de la condición de sus hijos, no les importó, recibieron con mucho amor a los dos varones que llevarían por nombre: Emiliano y Santiago. Los doctores les comentaron a ambos padres que no podrían hacer ninguna operación por el momento, debido a su corta edad de ambas criaturas, sería demasiado riesgoso, dejando así para un futuro lejano en que la ciencia fuera más avanzada, realizar por fin una cirugía que pudiera separarlos sin el menor riesgo posible para que tuvieran una vida normal.
     Pero tuvieron una vida normal, y así fueron trascurriendo  los años, los siameses crecieron llenos de cariño por ambos padres. Emiliano resultó ser brillante para los números, muy disciplinado y ordenado. A su vez, Santiago era algo distraído y perezoso; sin embargo, era muy talentoso a la hora de empuñar sus pinceles para pintar hermosos paisajes que salían totalmente de su imaginación sin haberlos visto antes.
     En su cumpleaños número veinte de ambos, decidieron festejar como habituaban cada año en su restaurante favorito de Santiago y Emiliano, pero ese cumpleaños sería diferente. Al llegar sus postres favoritos, ambos voltearon a la mesa de enfrente, donde notaron la llegada de un «ángel»: fue lo que ambos susurraron al destino. Centrada su atención en dicha dama que portaba gafas oscuras, quedaron impresionados de la belleza que relucía de su ser y su hermoso pelo rubio brillante que alumbraba el restaurante con cierta calidez. Su rostro delgado, les provocó a los hermanos a abrir la boca tan grande de asombro, quedando instantáneamente enamorados de aquella bella niña caída del cielo.
     Esto no terminaría ahí, los dos jóvenes quedaron flechados por el resto de sus días de aquella hermosa joven, que posteriormente descubrirían que se llamaba: Catherine… Compartía su misma edad, era conocida por sus padres de Emiliano y Santiago, siendo ella, la hija ciega de Don Mario. Era dueño de una gran fortuna heredada, procedente de una familia de la realeza por sus antepasados.
     No importándoles a los padres de Emiliano y Santiago, llegaron a un acuerdo con Don Mario para que pudieran conocerse los tres. Para así poder gozar mutuamente de su compañía de Catherine en infinidad de encuentros en su mansión. Pasaron los días, Catherine le fascinaba la compañía de amos hermanos, quedando enamorada de ambos al sello de su primer beso. Ella deseaba con toda su alma poder algún día verlos con sus propios ojos. Hasta que un día, le pidió a su padre que la operaran de la vista para apreciar con gran alegría a tan hermosas personas que a ella le resultaban tan fascinantes. Emiliano siempre la cautivaba con su habilidad para las matemáticas. Santiago lograba poner las imágenes de sus cuadros en la imaginación de Catherine quedando vuelta loca de querer ver al mundo como lo veía él. Dicha operación de la vista se llevo a cabo; no obstante la cirugía sería en otro país y con médicos de primer mundo con tecnología de punta.
     Una noche, encontrándose en cama ambos hermanos, Santiago no podía conciliar el sueño, despertó a su hermano diciéndole:
     — Hermano, yo sé que regresando Catherine de su operación, será capaz de vernos a los ojos.
     —Lo sé hermano, será grandioso, por fin verla a los ojos. —le contestó Emiliano.
     —Sabes qué sería genial hermano…, que cuando regresara, nos encontrara separados de nuestros cráneos, para que nos aprecie mejor por separado, deberíamos hacernos de una vez la operación que le comentaron a mis papás cuando éramos bebés. —exclamó ansioso Santiago.
     A la llegada de Catherine, la operación para separar a Santiago y Emiliano también se realizó. Antes de entrar al quirófano Santiago apretó la mano de su hermano comentándole:
     —Pase lo que pase hermano, si no llegara a resultar exitosa la operación y algo llegara a salir mal, quisiera dejarte todos mis cuadros a ti y a Catherine.
     —No seas tonto, la operación será un éxito, ya hice mis cálculos, nada podrá salir mal. —comentó Emiliano.
     Los padres de ambos esperaban con ansias a que salieran del quirófano. Estas ansias serían transformadas en un inmenso dolor y llanto. Ya que Santiago murió instantáneamente al ser separados del cráneo que compartían. Una vez abriendo los ojos. Emiliano se percató que la operación habría sido un éxito, al no ver a su hermano y esperando a que se encontrara en la cama de alado cubierta por una cortina; pero no fue así, sus padres le dieron la fatal noticia. Él estaba devastado, cayó en llanto y gritó con todas sus fuerzas: « ¡Santiago…! ».
    Pasaron los meses, Catherine llegó a la casa de Santiago y Emiliano. Su operación de la vista habría sido un rotundo éxito, moría de ganas por ver a los hermanos de los cuales les pertenecía su corazón. Emiliano le contó la terrible noticia. Ella no podría creerlo, abrazó a Emiliano con todas sus fuerzas.
    Años más tarde, Catherine y Emiliano se casaron. Decidieron vivir en casa de los padres de él, ya que Catherine se rehusaba a salir de esa casa que le recordaba a Santiago, le encantaba visitar el cuarto especial donde él tenía todas sus pinturas. En dicho lugar, se dio cuenta de que en cada cuadro que había pintado Santiago, se encontraban palabras plasmadas, escritas para ella y Emiliano. Las palabras de su último cuadro que pintó previo a la cirugía decían:
   «Hermano, Catherine, quiero dedicarles cada cuadro que he pintado, yo sé que no tengo mucho talento, cada pintura corresponde a un destino, me resultaría gratificante que viajaran juntos y conocieran el mundo que he pintado para ustedes dos, como me gustaría que acabaran juntos, pues desde que nos enamoramos de ti Catherine, he notado que le gustas un poco más a mi hermano, quisiera poder algún día operarnos para que pudieras gozar de la presencia de Emiliano sin mis tontos chistes y mis pláticas aburridas sobre paisajes».


JNR

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