Más yo
Soy y no soy, me
siento vacío siendo frente a los demás. Tengo un sabor del absurdo, me revuelve
el pensamiento, me provoca un malestar de no pertenencia social. Me miro en el
reflejo del café, lo que se refleja ya no me pertenece. ¿Será mi llamado al desapego
de la apreciación de contrastes falsos y múltiples sentidos a la existencia?
Eres tan cruel filosofía, gracias a ti me creas conflicto en las propias clases
de filosofía. Quiero entenderte; al entenderte me alejas de ti misma. Es como
si fuera absurdo emprender el rito de tu comprensión, lo que antes era asombro ahora
es conflicto, caigo en el absurdo de creerme un intelectual superior de
pacotilla frente al ignorante, cuando en realidad todos somos ignorantes de
algo. Me veo frente al espejo, en él, me pruebo todas las máscaras que he
inventado. La que más me produce nausea, es en la que uso camisas y lentes, y
pongo mi mano en la barbilla asemejando que escabullo al mundo de la razón,
cuando no hay razón para tener razón. Finalmente, quito todas las apariencias,
ya solo queda ese ente viejo con destellos de juventud. Puedo reconocerme
finalmente, y en ese reconocimiento de quién soy ahora, puedo darme cuenta que
también ya no pertenezco a esa mirada que expresa ternura y amabilidad. Me doy
cuenta que aunque crea caerme bien, debo seguir avanzando, destruir por
completo aquellos reflejos de múltiples personalidades que no hacen más que
ahogar mi pensamiento, ese que quiere salir gritando a modo de batalla alzando
una espada y golpeando mi pecho con mucha fuerza. Me encuentro cansado, cansado
de las palabras y los términos “intelectuales”, ese no soy yo, ese que se
esfuerza por que la memoria encapsule los conceptos para uso escrito o hablado
en ambientes donde los unos y los otros se vomitan así mismos sus escritos o
sus ideas frente a frente. Me envuelvo mi puño sudoroso en un trapo frente
aquel espejo que pinta mis falsas sonrisas, y mis más sinceras tristezas.
Suspiro, tomo un sorbo de alcohol, fumo lo que queda del cigarrillo, tomo
distancia para el golpe que hará trizas aquel reflejo ahogado en soberbia. Es como
si mirara una escultura gigante de madera y estuviera a punto de incendiarla,
tras muchos años de haber construido cada pieza y tallarla a mano con bastante
esfuerzo y dedicación. Es como si de repente una llama de fuego que tarda solo
unos segundos en hacer presencia, pudiera acabar todo en unos cuentos minutos,
¡qué absurdo…! Asimilo en mi nuevo ser la preparación de analizar y abrazar mis
cenizas para una nueva reconstrucción menos ostentosa, más acorde a lo que quiero,
a lo que ahora creo ser, y siento más sincero; ahora con un toque especial, uno
más natural, con la percepción de darme cuenta que soy un grano minúsculo
frente al poder de la naturaleza, con esa nueva perspectiva, crearé esa nueva
escultura, y ese nuevo reflejo que espero reconocer ya sumergido en la
encerrada sociedad llena de prejuicios. Y aquí voy, tomo una nueva distancia
frente al cristal. Detengo mi puño a unos centímetros del espejo, ¿por qué
tanto apego a esta falsedad? ¿Qué sentido tiene tratar de alcanzarte si me
alejas cada vez que creo acercarme a ti al contemplarte? Ahí estás filosofía,
riéndote en el fondo de la habitación. Todo está en movimiento, así como antes
eras cálida, ahora eres frívola, ahora me avientas sonrisas irónicas cuando
creo que por fin te he entendido. Eras el elixir de mi sed. Ahora, eres el
veneno de mi felicidad y tranquilidad. Apareciste de la nada, me sedujiste,
abandoné todo por ti. Te elegí sobre todo lo demás, hoy sigues conmigo; cada
vez más fría y alejada. Caí en tu carnada de deseo intelectual. Y ahora, me
atraviesas en un filo letal de incomprensión. Me despojas de mi realidad y de
mi universo cavernoso. Me deslumbras con tu luz y me alejas de las sombras
falsas que creía verdaderas. Vuelvo a tomar vuelo para desaparecer tu sonrisa
demoniaca, ya no estoy más enteramente frente al espejo, se ha roto por fin,
ahora llueven pedazos de lo que una vez fueron mis variantes reflejos. Aun
quedan piezas del espejo que reposan en el marco de madera, me ven con
tranquilidad, esas rasgaduras que les cuesta trabajo reconocer quien soy ahora.
Junto los pedazos esparcidos en el suelo. Dejo caer ciertas lágrimas en mi
inercia, caen en la pequeña montaña que he juntado en su conglomeración antes
dispersa. Las pequeñas gotas recorren todos los cristales hasta su centro,
haciéndolos adquirir un brillo que me ciega al instante. Esa luz que por fin
deseaba ver al final de la caverna. Cierro los ojos antes de presenciar mi
nuevo reflejo en aquel nuevo espejo surgido de la luz. Los abro lentamente, es
un poco borroso todo, y finalmente, ahí estoy, no me reconozco por completo;
pero, sé que ahí estoy. Termino bien de ajustar mi visión, esperen un momento,
eso no es un espejo, es una sombra simplemente, una maldita sombra. ¿Qué mierda
ha sucedido? Debo permanecer calmado, ya no soy lo que era, la calma aclarará
la sombra. Vuelvo a cerrar los ojos enfocándome en ese nuevo yo para tratar de
reconocerme. Abro de nuevo la vista hacia donde se encontraba el espejo. Lo
tengo, ahí está la respuesta, a este nuevo yo no le importa los reflejos o lo
que piensen de como se ve, por eso ya no existe un reflejo reconocible, solo
una sombra del pasado que brilla ligeramente en lo que ahora es el mundo. Me
doy cuenta que es muy difícil mantener la sombra en el espejo, cuando pierdo la
concentración y me sumerjo en lo absurdo que acontece a mi alrededor. Vuelve
resurgir mi viejo reflejo. Pero, también es fácil volver a mi concentración
primordial de ese nuevo yo identificando aquella sombra falsa, ahora yo soy
luz, esa luz capaz de identificarme cuando soy sombra y cuando soy pasado. En
esta nueva visión ya no hay proyectos, ya no hay futuro, solo un presente.
Pienso lo que quiero pensar y hago lo que quiero hacer, en el instante en que
me alejo de lo que ahora quiero hacer, la sombra destella aquel reflejo de incomodidad
de mis viejos yos. ¿Se supone que deba seguir luchando? ¿No debería ya
enfrentar la serenidad? El silencio ahora me dará las respuestas de aquello que
la visión no ve por medio del mundo sensible a mis sentidos. La cárcel de mi
cuerpo se sienta más ligera, ya no pesa tanto, ya no aprieta tanto. Es como si
hubiera más espacio donde antes solo había lo absurdo, ahora las letras
adquieren un mayor sentido y duran más tiempo en mi memoria, mi escritura
vuelve hacer a doblegar al tiempo, vuelvo a perderme en el ocaso de transferir
el pensamiento en palabras. Ya no pienso en quién o quiénes serán mis lectores. Las déspotas personalidades
y egos inmensos que existen en el mundo de las letras y el pensamiento actual,
ya no me hacen enojar, ahora se ven ridículas, chiquitas, es fácil ver que
están distraídos de lo absurdo y en lo absurdo, como si pudiera salirme de mi
cuerpo y contemplar lo chusco que lucen, pero que no pueden percibirlo por
ellos mismos. Ya no pienso en premios, la única ganancia se encuentra en mí, en
el mero acto de distinguir las sombras de sus falsas cavernas, en eso, ya gané,
y no por el simple hecho de escribir, gané en el momento que se me apareció este
nuevo mundo de luz y saber que el único camino es hacia uno mismo cuando todo
acabe. También, me resulta apacible estar tranquilo en la derrota de la muerte
cuando tenga que llegar. Aquí estoy, soy otro, creo ser otro, y en esa otredad
me pienso más firme de no tener el control y ser un minúsculo pedazo de nada
frente al orden y fuerza de la naturaleza. Aquí voy, más ligero, más despacio,
más yo.
JNR