Sentencia de piedra


Para mí la literatura es la seda con la cual uno va bordando sus letras sin tapujos, el alma se va vistiendo de letras, estoy frente a ti, tú tan desabrigada de vida, yo tan envuelto en la melancolía de tu ausencia que me deja inmerso en la atmósfera del silencio escribiendo mis últimas palabras. Un soplo con aroma a destino me haría tirar mi pluma, dibujando así en el espacio entre el suelo y mis piernas, una silueta del bolígrafo dando vueltas lentamente cayendo en la hojarasca seca del suelo dibujándose así en el terreno asfáltico, una pintura renacentista donde la tinta danzaría estéticamente en el jardín de tu cementerio. Al intentar recoger la herramienta que embalsaba mi tristeza sobre el papel, otro soplo inundaría la calma de contemplarte inerte en tu tumba estática. Una gota de lluvia caería del cielo nublado, acercando la toma muy despacio, como enquistándose en tu rostro de piedra. La escena se tornaría gris, donde resaltaría de aquella sensación monocromática, un charco color azul marino acumulado de mis lágrimas más la escaza lluvia que empaparía tu partida, este espejo formado de líquido, reflejaría tu monumento que se desbordaría gradualmente en aquella fúnebre jungla llena de pedrusco. Presos de una divinidad verosímil que lanzó su maleficio al mundo, ahora todos los seres humanos que han abandonado el arte de leer y escribir se han convertido en piedra. Estatuas frías, tan carentes de aliento, donde antes hubo vida fugaz, ahora el alma sería presa en la cárcel del cuerpo, encadenando así a la lectura y la escritura en un esperpento ente carente de esperanza ahora tan helado y vacío de existencia. Y es que a ti solo te gustaba manifestarte en tinta, donde tus letras revolucionarían únicamente tus sentidos, latirían directamente desde tu corazón, dejando así, a un lado el oficio de lectora. Esa falta de respeto a la literatura provocaría en tus escritos una seda sin matices ni colores, tus palabras se volverían monótonas, repetitivas, tus historias girarían con el mismo hilo conductor temático, tu independencia textual alejada de docentes literarios, llenaría tu ego de un aire falso, provocado por el aplauso hipócrita de la gente que sabía que habías abandonado la lectura, te aplaudirían a sabiendas que quedarías inerte como piedra en tu conformidad sin poder exhalar vientos de originalidad al escribir. Yo sigo amándote mi incrédula idealista, y es que gracias al encantamiento lanzado a la tierra, tu inocencia lectora te ayudaría a no acabar con tu palpitar todavía, debido a tu labor ferviente a solo dedicarte a escribir, tu cuerpo no se tornaría completamente de granito. Aún conservas tus pupilas que arden de rabia de justicia, en ellas aún me reflejo, vengo a leerte todos los días desde tu apesadumbrada transformación. Aquél maleficio también dejaría tu vagina expuesta en su humanidad, me fascina saber que te ha gustado una lectura clásica, cuando mi mano recorre tus húmedos labios vaginales, dejando mi palma pegajosa. Pero es tiempo de terminar este acto de masturbación textual. La luna llena nos alcanzaría en un manto brilloso, el cielo ahora despejado aclararía nuestro amor de piedra al dejar caer mi pluma. Me fui tornando poco a poco en escultura perpetua frente a tus retinas, al leerte, tu transformación también culminaría completamente en roca fresca. Surgiría de la nada un tímido halo que sería el círculo que iluminaría nuestra fatídica historia de amor literario, ahora en vuelta en una seda bordada de vistosas y coloridas letras que vociferarán en la eternidad narrativa a los ojos de cualquier lector dispuesto a creer en los versos inmortales que aporta escribir y leer desde el alma.

JNR

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