Una vez al mes
Una gotita de
sangre abraza el suelo frío y distante.
—Buenos días, Margarita, hace un día esplendido, ¿o no?
—No le veo gracia. ¡Siga su camino, pinche viejo morboso!
—Hasta pronto, lindo día, florecilla. —Margarita lo miraría con cara de asco
a sus espaldas.
—Señor Martín, ¡qué milanesas que no bisteces! —El señor Martín le
entregaría su periódico con cara de hastío.
«Una gotita de sangre abraza el suelo frío y distante».
—Rosita, rayito de luz de mi corazón…
—Me llamo, Rosa, y el patrón te está esperando en su oficina cabrón.
—Te agradezco mucho, Rosita. Que tengas un lindo día belleza. —Rosa volvería
la vista a su revista de modas con cara de hartazgo.
—Jefazo, de mi vida, ¿cómo está, Don Julio?
—Está despedido, Martínez. Lárguese de mi oficina de una buena vez, si no
llamo a seguridad.
—Bueno…, tiempos mejores ya vendrán, ¿o no?
«Una gotita de sangre abraza el suelo frío y distante».
Al llegar a su pequeño departamento, encontraría sus revistas de cocina de
platillos prehispánicos, junto a su ropa arrugada, todo dentro en una caja
arañada a las afueras de la puerta.
—¿Qué esperabas pendejo? ¡Llevabas cuatro meses sin pagar la renta!
—exclamó la señora Sofía con cara de amargada mientras acariciaba a su gato.
—Hay días buenos, y días malos… Hasta pronto dulce y tierna dama.
«Una gotita de sangre abraza el suelo frío y distante».
—Mamita, hermosa, ¿puedo irme a vivir contigo?
—¿¡Otra vez!? ¡Hay, hijo, cada mes es lo mismo…, pues ya qué!
Los días pasaron, y nuestro protagonista se encontraba de buen humor como
siempre. Se encontraba sirviendo la comida a su canosa y arrugada madre.
—¡Qué rico pozole, Andrés, está muy tiernito! —La madre de Andrés se
chuparía los dedos.
—¿Quedó muy bueno verdad mamita? Usé mis recetas de cocina antiguas.
—Mientras comían, los restos de los cuerpos de Margarita, Martín, Rosa, Don
Julio y Sofía, se encontraban en un refrigerador viejo en el sótano de la mamá
de Andrés.
«Una gotita de sangre abraza el suelo frío y distante».
Andrés se fue… Pasó un mes para que comenzara una nueva vida en otra
ciudad.
—Buenos días, Juanita, hace un día esplendido, ¿o no? —exclamó Andrés con
alegría en el rostro. —Juanita, le devolvería una sonrisa un tanto incómoda a
Andrés en esa brillante mañana.
«Una gotita de sangre
abraza el suelo frío y distante».
JNR