Rosario
Soy como el pez de los abismos, ciego. A mí no llega el resplandor de un faro. Perdido voy en busca de mí mismo. Juan José Arreola. Llego a la cita pactada de tu presencia ornamental que yace inerte como si me estuvieras esperando desde hace mucho tiempo atrás fragante en tu paciencia vigorizante. El amor carece de respuestas para dicho encuentro entre tú y yo, simplemente nos acontece y nos abrazamos sin apariencias. Tu nombre simula el instrumento para rezarle a mis más íntimos pecados en la rutina de tu ausencia, querida Rosario. En tu entrada te resguardan unas arqueadas barreras de cristal que se deslizan amablemente, dejándome entrar en los latidos de tu corazón. Al armarme de valor, me introduzco dentro ti con ingenuidad y asombro. Tu colosal perímetro desarma mis pupilas expectantes. El techo de tu ser me trasporta a un recinto africano acompañado de tus plantas que desbordan una delicada y húmeda naturaleza. Me siento un microbio vestido de inocencia que