Espina

La espina de tu indiferencia vacía los últimos suspiros 
que yacen en el sosiego de mi corazón.
Cada silencio tuyo es un faro de noche que se apaga 
en la marea de mis lágrimas.
Una tormenta de ausencia dibuja nuestro reflejo en la ventana donde se incrustan gotas de olvido.

Un rocío  permanente de angustia 
se esparce en el aire frío.
Comienzo a olvidar tu rostro, tu nombre, tus caricias.
Aunque tu figura a quedado en mi memoria en cada mujer que veo a la distancia.
Me asusta saber que tu estilo es el molde de una joven generación que persigue falsas bellezas y disfraces de felicidad.

A veces el destino se encarga de recordarme tu nombre, pero ya solo me causa risa lo desagradable que suena tu nombre en los labios que creen salpicarme de veneno, cuando ya resulta simplemente agua escurridiza.
No te miento, sigo pensándote.
No te miento, te estoy olvidando.
Cada vez luces más borrosa y más lejos.

La memoria me consulta cada noche con nuestros encuentros, pero solo es una autorización de la mente para desechar la basura para mi nueva calma y nuevos momentos que te has perdido por causa de tu orgullo.

Te has vuelto niebla en el paisaje de la soledad.
En verdad comienzo a olvidarte y descanso si eso sea para bien o para mal.
Pero aquí estoy disfrazándome de escritor para no llorarte más.

Esta sentencia escrita es para librarme de nuestra ingenua eternidad.
Te libero de mi mente y corazón.
Y al mismo tiempo me libero de tu espina.

Yo trataré de cocer e inflar con nuevos suspiros a mi corazón.
Tú sigue pinchando a amores que creen en el amor y en tu amor.
Un amor que se niega a romperse.
Eres esa espina que el mundo aplaude cuando pinchas.
Pero no cuando te pinchan.

Adiós mancha borrosa.
Adiós ente sin nombre.
Tanto se ha nublado mi memoria que ya ni sé a qué o a quién le escribo. 

JNR

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