Despierto
—¿Dónde estoy? —cuestioné para mis adentros rodeado de nada.
Creo que lo he logrado, al fin puedo estar consciente dentro de mi propio
sueño. Puedo escribir lo que sucede al instante sin usar mis propias manos,
como si todo lo que pensase se escribiera al momento de que soy testigo, soy
consciente en el inconsciente de un sueño que me pertenece pero no puedo
controlar.
El espacio donde me encuentro no es del todo claro para mi visión oscura,
solo alcanzo a distinguir mi propia respiración de un yo dormido, como si se ampliara
y se hiciera pequeño en una habitación al mismo tiempo en cada respirar de un
ser que por el momento ya no soy yo de manera física. Una luz rosada se hace
presente iluminando ligeramente el espacio oscuro. Al parecer me encuentro en
un terreno húmedo, frío y cavernoso, alcanzo a percibir caminos rocosos sin fin
aparente. La luz rosada casi omnisciente parece provenir de una multiplicidad
de conexiones que realiza mi cerebro. Me maravillo al contemplar cómo al estar
dormido mi mente puede seguir realizando trabajos mecanizados, tan infinitos,
alguien debería pagarles horas extras a todas esas neuronas.
—¡¿Qué pasa?! —exclamé al escuchar un fuerte estruendo a modo de eco.
El ambiente oscuro mezclado con aquel destello de luminosidad rosada se fusionaría
con una luz nueva de color azul brillante proveniente de un cielo de ideas estruendosas,
tan resonantes que han expulsado de sí un bolígrafo de gran y buen tamaño.
Continuaba sin creerlo, una pluma fuente gigante ante mis ojos, pero por
alguna extraña razón, la pluma caía muy despacio, casi en cámara lenta, se
encuentra dando vueltas sobre su mismo eje. Cuando por fin se digna a caer al
suelo, ésta rebotaría hacia el techo sin fondo, lleno ahora de nubes con
tormentas eléctricas con rayos de color verde neón.
Vaya, esto sí que está de locos, la pluma fuente desapareció, ahora me
encuentro en un laberinto de mármol, es muy resbaladizo al caminar por él, ya
que pareciese recién pulido. Tiene muros que doblan mi tamaño, al caminar con
cuidado en cada paso torpe en el piso inestable, cada paso mío se ilumina de un
color dorado en el suelo blanco. Se siente un poco tal cual como ir caminando
de noche en los templos de la antigua Grecia.
Tengo la sensación de que pasase una eternidad al recorrer este laberinto
interminable. Finalmente visualizo una salida a lo lejos que emana una
brillante y resonante luz haciéndome forzar la vista para visualizar si no es
otra ilusión de mi ego por salir de mi propio narcisismo lleno de pasillos
absurdos. Cruzo el halo de luz con lágrimas de felicidad en los ojos al
sentirme falsamente ilusionado de que he llegado a la parte final de mi peregrinaje.
Al cruzar la salida desaparecería detrás de mí todo el vasto e inmenso
laberinto de mármol. Ahora me hallo en una calle donde la atmosfera se suscita
un poco nocturna, un tanto abandonada, solo está iluminada por un rústico poste
que proporciona una luz de color amarillo incesantemente parpadeante. Doy paso
a mis pies que no dejan de insistir en su caminar, unos charcos de agua sucia
aclamarían mi presencia con cada paso que mi suela retumba en el asfalto
húmedo. Una tímida resonancia de viento deambularía en los alrededores
provocando el danzar de basura y páginas de periódico a modo de película de
vaqueros. De la nada, aparecería un clásico puesto de tacos mexicanos proveniente
de una misteriosa niebla que el viento desataría a modo de acto final de mago
de pacotilla, se uniría gente extraña alrededor mío, sus semblantes no tienen
rostros en sí, sino más bien sombras con facciones oscuras, tienen expresiones
faciales pero carecen de caras como tal.
Aquellos entes sombríos visten prendas de un color café marrón, la
mayoría están cubiertos con sacos polvorientos y gabardinas demasiado ambiguas.
Sus manos son del color negro como sus rostros, cual sombras. Como si las
sombras pudieran vestirse, y en suma, comer tacos al pastor. Al parecer he
caído en un delirio aparente provocado por…, qué extraño, no recuerdo que me
trajo aquí. No le doy importancia. Me acerco al puesto de tacos pero no hay
nadie quien atienda, observo con detalle todas las carnes, aceite y cebollas
están rebosantes de manera que alguien estuviera en pleno acto de preparación
gastronómica, los olores y los colores de la comida preparándose hacen escapar
un brillo un tanto hipnótico en mis pupilas. Un ligero temblor retumbaría
debajo del pavimento, como si rugiera desde el centro de la tierra. El hambre
se haría presente en mí, deseaba con ansias que alguien me atendiera para
engullir dichos alimentos, como todas aquellas sombras que devoran tacos
exquisitos sin parar.
Un gorrito blanco aparecería flotando dentro del puesto de tacos, doblado a
manera de barquito de papel, danzaría en el aire frente a mis ojos expectantes,
volteo a cerciorarme si soy el único testigo de dicho acto de magia, pero al
voltear hacia mi entorno, ya no hay nadie, solo hay sacos y gabardinas sucias
en el suelo. Al volver la mirada al puesto de tacos, se encuentra un ser
corpulento con una gran sonrisa y una mirada perdida en el vacío de la carne
cocinándose, mis ojos se tornarían incrédulos, dicho ente tendría cabeza de
cerdo, pero rebosaría de un prominente mostacho elegantemente bien cuidado.
Tiene cuerpo obeso de humano, brazos tatuados de humano, pero en vez de manos,
tiene pesuñas de porcino, en sus extensiones sostendría hábilmente su espátula
para mover y cortar la carne de manera precisa. Su sonrisa es demasiado
exagerada, extendiéndose de oreja a oreja en aquel rostro de marrano. Dicho
ente porcino comenzaría a servirme toda variedad de tacos posibles en un gran
plato dorado que se sentía exclusivo para mí, como si hubiera estado esperando
mi llegada.
Al terminar de servirme cada variedad de taco posible en aquel inmenso
plato dorado, el señor del puesto reluciría una sonrisa que hacía denotar todos
sus dientes perfectamente blancos y bien aseados, pero dejaba escapar grandes
hilos de saliva, como si deseara con gran apetencia aquellos tacos que acababa
de servirme, se retiraría un tanto triste y agachando la cabeza hacia la parte
posterior del puesto de tacos.
—¡Por fin deliciosos y sustanciosos tacos, podré comerlos de una maldita
vez! —exclamé de manera romántica a modo de seducción hacia los tacos.
Justo antes de dar la primera mordida al primer taco más exquisito y al más
cercano, la luminiscencia de aquel poste viejo de luz en aquella calle lúgubre se
tornaría de color rojo. Tengo la sensación de que nada está bien, como si
corriera un gran peligro. El viento en la atmosfera asfáltica se tornaría muy
violento, como si se avecinara una gran tormenta, un pedazo de periódico se
estrellaría en mi rostro bruscamente, casi dejándome sin aire al instante. Al
quitármelo reluciría un titular de primera página que decía: ¡Estás dentro de
un sueño!
Como diablos se me había olvidado, es como si cada nueva experiencia me
hiciera olvidar instantáneamente la perecedera. Es verdad, estoy dentro de un
sueño…
—¡Despierta, despierta, despierta carajo! —supliqué con lágrimas en los
ojos.
El puesto de tacos con aquel ente porcino se desvanecería junto con las
ráfagas de viento brusco. Cierro los ojos apretándolos de manera pusilánime, al
abrirlos, la luz roja se tornaría más intensa en aquella calle desolada de
humanidad pero al mismo tiempo poblada de basura, ropa vieja y cadáveres
rancios de animales asediados por moscas.
Una humareda presentaría en escena a un ser extraño esperando paciente
debajo del poste viejo que aporta una
luz que ahora se ha tornado color roja, dicho ser rebosa de una
calamidad de atributos en su cáscara corporal que resultan perturbadores a mi
vista incrédula y expectante. Viste un delantal blanco con grandes manchas de
sangre con pequeños trozos de carne impregnados por todo el delantal. Tiene el
pelo largo como si un gran libro de color negro aflorara de su cráneo hasta los
codos, su rostro está demasiado pálido, deslumbra de tanta blancura que refleja
su rostro, no alcanzo a distinguir con exactitud su fisionomía facial. En la
mano porta un machete que sobresale filoso y goteante dando pequeños centelleos
del reflejo de luz roja ya casi opaca.
La luz roja del poste destartalado comenzaría a parpadear a un ritmo
acelerado, oscuridad, luz roja, siento que avanza hacia mí sin dar pasos, trasportándose
en cada parpadeo de luminiscencia, oscuridad, luz roja, lo tengo a unos
centímetros de mi rostro, me encuentro paralizado, volteando a cada rincón de
obscuridad donde no hay ninguna salida posible ante el inminente destino que me
depara. Oscuridad, luz roja…
Abro los ojos, siento la sensación de haber estado bastante tiempo inconsciente,
me encuentro atado a una silla que tiene aspecto de peluquero, mis pies y manos
yacen atados con cuerdas demasiado apretadas a mis extremidades, puedo sentir como
me cortan la circulación. Siento mi pecho como una olla de agua caliente escurriéndose
lentamente sobre este hirviendo, quemándome desde dentro, siento mi cabeza dar
vueltas, siento frío al mismo tiempo, siento, siento, siento…, cómo puedo
sentir tanto en el sin sentido.
—¿Esto es real, es un sueño? Ya no sé nada. —cuestioné y declaré en mi soñolienta
y oriunda soledad.
Trato de girar la silla en donde me encuentro atado hacia un espejo
colocado en una pared de azulejos color verde turquesa un tanto rancia y
envuelta en ciertas partes con capas de moho,
las cucarachas se hacen presentes en su rápido paso de aquel asqueroso lugar
donde me encontraba confinado. Al terminar de dar vuelta a la silla y hallarme
frente a mi retrato vidrioso, miro mi pecho con un semblante de terror instantáneo,
mi torso desnudo se encuentra lleno de coceduras carentes de simetría. Aquel
ser corpulento me abrió el pecho con su machete con una agresividad que
destacaba brutalidad y nula compasión mientras permanecí en estado inconsciente.
Si esto fuera un sueño es donde despertaría acalorado y lleno de sudor en mi
cama, al dejar de mirar mis heridas, volteo a ver mi cara, pero ya no hay cara,
tengo el rostro de aquel ser monstruoso con machete. Soy mi propio verdugo y mártir.
Algunas cicatrices empezaron a desvanecerse en mi busto, se alcanzan a
divisar una palabra: sueño.
Despierto, soy un gato en lo alto de la alacena despertando. Despierto, soy
un profesor de filosofía con síntomas depresivos. Despierto, soy una señora
recostada en la playa tomando vino. Despierto, soy un vagabundo que se acaba de
ganar la lotería. Despierto, soy el vocalista de una banda de rock a punto de
salir al escenario. Despierto, soy una actriz a punto de recibir su premio.
Despierto, soy una escritora que se encuentra a unos segundos de rechazar el
premio nobel. Despierto, soy un anciano que acaba de recobrar su juventud.
Despierto, soy tú leyendo este escrito. Despierto.
JNR