Inquietud eterna

   Una inquietud más que recurrente en un despertar precoz de mis memorias frías, me transporta a un velo de malla donde de manera precisa y constante llueve nieve todos los días. Las caricias del viento ajustan mi barbilla en dirección hacia las nubes donde el brillo ajusta hasta el más íntimo de mis sentidos. Carezco de norte y fluctúo en contraposición al torrente de mis penas que se desgastan de humedad roída y turbulenta. Gatos negros me invitan a tomar café en una habitación donde se han agotado mis memorias fugitivas. Abro la puerta no me la creo, el paisaje es inquietante, me encuentro en el último piso de un rascacielos sin fin, mi puerta da al eterno vacío de caída libre donde las aves remontan su vuelo apresuradas por alimentar a sus crías en un acto maternal casi instantáneo. ¿Quién soy ahora y el pasado constantemente perdido? En el pasado me pusieron un nombre, ahora solo arrastro el acto de nombrarme como algo presente cuando es un acto que es propio del pasado que ya no existe. ¿Quién soy? ¿Quién seré cuando me pregunto quién soy? No lo sé, no me molesta. Ya no tengo rostros en el mar que arroja rostros en forma de olas hacia mi corazón. Soy lo que ya no soy y soy lo que soy siendo mientras pienso en lo que seré y soy. Divino tormento de dudas donde sumerjo mi cabeza cada mañana incierta. El café me recuerda que soy una simulación absurda. Como si fuera un personaje de videojuego, donde ejecuto las ordenes del jugador que ha encendido la consola. Su misión de hoy de todos los días es mantenerme vivo ante el antagonista de mi existencialismo que me somete a la tentación de la muerte que haría perder al jugador. No importa. Cada noche muero y se reinicia todo cada mañana sin saber de nuevo que hago en un paraíso indeseable a mi razón. Qué intimo soy exponiendo mis fantasías escritas que pueden interpretarse como realidades melancólicas. Ya no pienso en ello, mi yo narcisista ahora tiene el control de mis letras que brotan sin una regla lógica paradigmática de la sucesión de sucesos que yacen en mi andar narrativo. Esto parece magia, cuando escriben el color rojo, yo me imagino el color naranja. Cuando escriben la palabra alma, me recuerdan cada momento en que la he negado. Ya solo recuerdo a Alma cuando leo la palabra alma. Leo y leo libros como si buscara aquella frase que ha estado esperando ser encontrada. Aquella frase absoluta que me haga parar la búsqueda y hacerla mi ideología, mi religión, mi convicción, mi libertad, mi alivio, mi mal de amores, mi éxito mi caída. Qué estúpido me siento escribiendo la palabra religión e ideologías en pleno siglo XXI, no sé porque siento que no pertenezco a la modernidad. Me considero un joven ambiguo. Siempre deserté en todo aprendizaje tecnológico destinado a mi futuro presente. He crecido ahora, la presión social de los paradigmas establecidos me asfixian. Un primo visita la casa de la abuela rodeado de niños y acompañado de su esposa, me pregunta que dónde esta mi señora. En mi mente vomito a chorros como si una manguera hubiera esperado por años a ser abierta. ¿Por qué la sociedad piensa que no tener hijos o una esposa es un fracaso en la vida? El fracaso en la vida es seguir lo que hacen los otros esperando los mismos resultados de cordura normativa en una represión de sueños y virtudes que se desvanecen por pertenecer a la masa colectiva de lo igual. Mis días amaneciendo con la frase: "Ya no juego, ya no quiero jugar". Quisiera encontrar otra puerta, otro laberinto que me lleve a algo que no sea la materialidad y los convencionalismos de felicidad que reflejan las pantallas modernas. Hoy leí una frase de Picasso donde decía que el no quería ser moderno sino más bien eterno, y me desarmó totalmente. Hoy la sociedad juega repetidamente a ser modernos. Ante su modernidad de plástico yo quisiera desvanecerme en un bosque cual hoja fluyendo en el viento en la copa de cada árbol sintiendo la lluvia en mis raíces desprendidas. Pero lastimosamente tengo que volver a mi realidad y a mi video juego donde la taza de café a veces es mi mayor logro para soportar las más amargas tristezas que la realidad hoy golpea.

JNR

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