Hastío
Cómo extraño los días
de lluvia ácida, la indulgente desolación que provoca el puto clima frío y ese
glorioso y pulcro cielo gris lleno de contaminación asfixiante.
Y es que dicha
atmósfera, (propia de alguna escenografía cinematográfica donde la ambientación corresponde a un momento
lúgubre, lleno de melancolía, cesan los diálogos y el director de la cinta
perjura que con esa escena ganará un estúpido premio en algún tonto lugar de
Europa, donde se visten de etiqueta y premian lo que sea que no sean sus cintas
o series de formato burgués), tiene su propia sabiduría por así decirlo.
Existen personas que siempre fuerzan a su estado de ánimo hacia una felicidad
exterior enteramente, a cada maldito instante, son a las que más les afecta
asimilar dicho clima. Ya que por más que usen sus máscaras de vida happy, van contra corriente por dentro.
Están tan acostumbradas a que en su vida todo sea “luz”, “los pajaritos
canten”, les devuelvan una sonrisa al comprar su café en su refinada cafetería
atiborrada de estrategias de mercadotecnia donde buscan y compran “experiencias”.
(No sé por qué pienso que si alguien dedicado a las ramas de la sociología o psicología,
se sentara a analizar dichos establecimientos desde adentro; se darían cuenta
de que estos lugares son un maldito laboratorio de pequeñas ratitas blancas,
donde cada acción está planificada y si no funcionase a favor de la estadística
de ganancias de capital para el cierre de mes; se cambiaría la estrategia por
algo más absurdo, pero, eficiente a la vez y que haga que las ratitas blancas
se sientan contentas y transcurran con monotonía en su adicción de manera
ordenada). A mí me da gusto despertar con un clima fúnebre, ya que pienso en
esas personas. Es como si compartiésemos la misma obra de teatro y el ambiente
sea favorable para cualquier antagonista ansioso de “maldad”. Aunque en mi caso,
no me considero así, pero, disfruto mucho un ambiente donde puedo portar con
orgullo un estado de hastío frente a las costumbres sociales de la humanidad:
como cuando se levantan temprano y están con una actitud de “productividad”
para ser bellamente explotados. Pero, volviendo al tema del orgullo climático:
es como portar con poderío y cierto prestigio una playera de fútbol, la de tu
equipo favorito, a sabiendas, que ese día hará acto de presencia en una
contienda deportiva. Así yo con el frío. Solo que en vez de la playera
deportiva. Portaría con orgullo una taza de café en mis garras. Me abrigaría con la
chamarra más grande y ridícula sin temor a ser juzgado. No maullar tiernamente y no tener
cara “amigable” en un clima frío, para la sociedad eso sería perfectamente
normal, así que, por eso tengo cierto rostro de satisfacción, es como: —hace
frío, no me estés chingando—.
Ronroneos, lamidas y bostezos.
Creo que iré a
despertar de una vez a mi maldita esclava humana. Basta de reflexionar en la
ventana de esta pocilga de departamento al que ella llama hogar. Mi plato de la
comida no está perfectamente lleno. —¿Quién se cree...?
JNR