Placer vespertino

Las palmas de tus curvadas manos son tan cálidas, que anidan mis más íntimos suspiros. Tus glúteos al aire ligeramente torneados, encajan como guantes a la medida entorno a mis dedos ansiosos. La jauría de tus cabellos color púrpura se incrustan en mi pecho húmedo. El choque repetitivo de nuestras zonas genitales, retumba al unísono junto con las ondas sonoras con la música de jazz en aquella templada habitación. Y es que se me está haciendo vicio contar los lunares de tus senos en movimiento, mientras cierras tus ojos que apuntan al techo, siempre envuelta en tu rosto de elegante placer. Me haces parecer un títere al incitar a mis manos a tocar tus grandes pechos antes de terminar con tu segundo orgasmo. Las marcas de mis dedos quedan regadas en el mapa de tu piel blanca, justo antes de cambiar de posición, ahora, tú abajo y yo arriba. Me encanta acomodar tus largas piernas alrededor de mi cuello, que ahora es una trinchera de mordidas y de un vasto catálogo de marcas con la forma tus labios. Amo ver la silueta de corazón que adquieren tus nalgas, tu vagina apretada mientras escurre tu venida, es un tanto hipnótica. Los libros más cercanos a la cama desordenada llueven en dirección al suelo, creando una multiplicidad de escándalos, pareciera que remodelamos juntos las cuatro paredes del dormitorio.

Termino, terminas, nuestros cuerpos se separan en cámara lenta. Tu mirada cerrada sale de su escondite, la viertes sobre mí. Aquellos ojos azules después de hacer el amor, parecieran calmar nuestras respiraciones agitadas. Enciendes tu clásico cigarrillo mentolado, el humo nos hace volver rápidamente a la realidad mientras cada quien investiga el paradero de nuestras prendas, han quedado dispersas en la habitación. Volvemos a interpretar nuestros personajes de vecinos desconocidos, de esos que se saludan disimuladamente en cada esquina de la colonia cuando nos encontramos por casualidad, en compañía de nuestras parejas. Tú con tu muy desaparecido marido, y yo..., con mi soledad. Tú y yo somos reclusos a ser estúpidamente individuos altamente sociales, fuera de nuestros hogares, son contadas las veces que salimos de nuestras prisiones domésticas. Nuestras calles se unen por nuestros pasos invisibles. Cierras la puerta, te dejo ir para no saber si regresarás alguna otra vez a mis labios. Qué bien se siente estar enfermos de soledad  pero vacunados de amor.

Hasta pronto belleza, suspiro tu nombre desde mi balcón, te miro a los lejos dar vuelta a la calle. Tu bello y dulce nombre: Fantasía.


JNR

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