Mala interpretación

En una extraña mañana de un raro día, Ramón se ha despertado con la noción de que sigue dormido. Su cuerpo aun esta recostado. A un lado, yace su esposa Leticia, que de igual modo se encuentra profundamente dormida. La somnolienta atmósfera está acompañada de varios ronquidos, sonidos y, gases flatulentos de parte de ambos. «Qué linda pareja hacemos» piensa Ramón al contemplarse fuera de su cuerpo. Se encuentra en un estado de asombro aparentemente permanente. Se pregunta si podrá realizar todo lo que sus pensamientos están imaginando con tanta euforia. «¿Podré volar?» se cuestiona mientras abre las ventanas que da al pequeño balcón de su habitación.

Afuera, el mundo ha comenzado su rutina. Los automóviles circulan y los peatones deambulan en su clásico caminar de prisa. Ramón piensa que de no poder cometer el acto de volar, caerá al pavimento y así podrá despertar de un buen susto en su apacible cama. Se postra tambaleante en el no muy ancho barandal y cuenta hasta tres para lanzarse: Uno…, dos…, tres.

Ramón se ha lanzado al vacío de la calle. Cabe mencionar que él y su esposa viven en el noveno piso de un edificio viejo construido a base de ladrillos ubicado en una calle de bastos comercios.

Cae en cámara lenta, se percata mientras va en picada, de una parvada de palomas grises que emerge frente a él. Todo transcurre demasiado lento. Se da cuenta que puede cambiar la posición de impacto y, decide girar su cuerpo para poder caer de espalda en el techo donde se encuentra un puesto de verduras, según sus cálculos. Ramón sonríe al darse cuenta que el balcón está cada vez más lejos de su visión panorámica, aunque decepcionado de que no pudo volar y ahora se limitaba a caer. En ello, vislumbra a su esposa Leticia al asomarse preocupada y con cara de espanto al interceptar el cuerpo de Ramón en plena caída libre. El gesto facial de felicidad pura del cual gozaba con anterioridad Ramón, ahora se transforma en un semblante de arrepentimiento. Logra dar un giro para caer de frente al suelo, pero sus cálculos de caer encima de un puesto han sido erróneos, se estrella directo en el pavimento frente al puesto de verduras. Muere de manera instantánea.

—¡Joder! —pronuncian entre labios Leticia y Ramón al mismo tiempo antes del impacto.

Ramón no despertó en su cama. Despertó en una extraña atmósfera rodeada de nubes y en frente de un sujeto, que a modo de oficina, lucía un letrero en su escritorio de color blanco. Dicho letrero reluce en letras doradas: San Pedro.

—¡Mierda! Pensé que todo era un sueño. —exclama Ramón en voz alta.

San Pedro metido en un extenuante papeleo, voltea a ver a Ramón con una mirada irónica.

—Sí, creo que debimos alargar el tiempo de vida del señor Freud. —dijo San Pedro en un tono sarcástico.


JNR

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