Coito literario
Y en pleno acto textual se fue diluyendo nuestra creatividad, ese arte
desvanecido de estar juntos y hacer el amor como se nos plazca, así…, sin ser
expertos, y sin seguir instrucciones paradisiacas. La lectura y nuestros
labios, ese intercambio de palabras y fluidos que confundíamos al llamarlo
amor. Amistad literaria, amantes perversos debajo de las sábanas. Semen
escurrido en tus versos favoritos. Caricias en cada coma y lamidas en cada
punto y aparte.
Penetración constante en cada línea de aquellos libros que nunca
terminábamos de leer juntos. Cómo olvidar tus juegos eróticos al visitar cada
librería de la ciudad de México. Hacernos orales y meternos las manos debajo de
la ropa era nuestro ritual literario más añorado fuera de casa. Te encantaba
que estuviera dentro de ti en cada cambio de página en cada momento sexual de
tu novela de amor. Constituíamos una balsa que navegaba entre libros y
orgasmos. Hoy solo queda el librero vacío y empolvado con marcas de huellas
dactilares provenientes de tus dulces manos al despedirte. Y es que hasta
cuando tomaste tus libros para ausentarte de manera literal. Hicimos el amor
recargados en el librero que fue nuestro testigo en cada acto sexual que nadie
nunca anotó en las páginas de cada libro que caía con cada caricia y cada
prenda arrojada al suelo. Era un deleite visual y sexual apreciarte encima de
mí mientras recitabas los más elegantes versos interrumpidos por ligeros gemidos
que mi erecto miembro solía provocar en ti. Fuimos unos Hedonistas absolutos al
combinar ambos temas: el sexo y la literatura como mayor placer para ambos. Y
también fuimos ingenuos, al ignorar el trasfondo de la unión de ambos placeres
en ciertos libros donde yacen los más bellos versos salidos o iniciadores de
los orgasmos más intelectuales que pudimos apreciar. Pero al final sabíamos y
nos hacíamos de la vista gorda a sabiendas que con cada historia y con cada
poema nos acercaba al destino cruel o divino del punto final. Ese punto final
nos llegó. Ahora cada quien tomó su destino de la mano. Ahora, tú sostienes
otros libros y hacemos el amor con alguien más. Cada autora y autor nuevos
hacen imposible la relectura de nuestros labios y nuestros sexos. Hoy te añoro
desde mi absurda nostalgia narcisista. Pero me resulta grato que sigas leyendo
nuevos libros que te llevan a niveles más elevados de coito literario. Nunca
nos pertenecimos y nada nunca fue nuestro. Ni siquiera este punto final.
JNR