Soledad sexual

 

Amanecí enfermo de tus labios. Siento la resaca en mi boca de cada sorbo que tus discretos pechos provocaron. En mi serenidad cuando creo ya haberte olvidado. Me invade la sensación de cada acto inicial de cuando teníamos coito. Aquella sensación de alivio mutuo al iniciar mi penetración y acariciarte desde tus adentros. Extraño ser un alcohólico de tu calidez corporal. La cálida humedad de tu sexo abrazando al mío. Aquella nobleza de tu cuerpo al arropar mi miembro con la seda de tus labios vaginales. Era sumamente nuestro el acto de caridad el de no dejarnos morir en soledad y con nuestro deseo sexual. Ese rito inicial de posar mi pene sobre de ti y dar pequeños azotes a tu vagina caliente antes de apuñalarla en una copulación inicialmente tierna para acabar violentamente con mi venida sobre tu vientre blanco. Ese primer beso apasionado donde la ropa nos estorbaba y mi erección y tu calentura nos hacía mojar ligeramente nuestra ropa interior. Y es que no sé por qué razón teníamos que estar completamente desnudos para fornicar. Nos quitábamos las prendas en suma desesperación, como si alguien nos tomara el tiempo para ver cuánto tardamos en desnudarnos mutuamente. Me encantaba deslizar mi mano bajo tu blusa y descubrir en ocasiones que no llevabas ropa interior. Ese deslizamiento de mi palma bajando sobre tu ombligo y sentirte húmeda, un tanto escurridiza. Era una orquesta celestial cuando aprovechábamos cada momento para practicar el sexo oral. Tengo grabado en la memoria cada disparo de mi semen sobre tu rostro y boca. Aquella ocasión en que tardaste más de media hora buscando un condón con ahínco de encontrarlo y yo solo me viniera en dos minutos. Como olvidar aquel diciembre donde hicimos el amor por más de una hora seguida y sin interrupción alguna y solamente abrazados bajo las luces navideñas. Era extraño sudar tanto en una época tan fría. Y es que no entiendo por qué en ocasiones recuerdo que solías tener unos grandes senos tambaleantes en pleno acto de penetración, y en ocasiones unos pequeños pechos puntiagudos que me encantaba lamer con pasión. Ahora solo queda mi fugaz masturbación nocturna mientras recuerdo nuestros ritos sexuales juntos. Venidas, besos, y tiernas caricias con rostros de excitación eternos. Qué frío hace ahora en cada mes del año con tu ausencia. Nada es para siempre, triste y solitaria soledad sexual.

 

JNR

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