Indiferencia escrita
¿Qué
es el tiempo? Es lo que suscita en un pestañeo, ese cambio de realidad repetida
cuando se da en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo es la suma de mil millones
de suspiros dados en cada etapa de la vida. Retumban y alumbran mil calles
oscuras. La definición de tiempo subyace en el reflejo viejo del espejo. Ya no
es ese rostro ahogado de juventud, sino un río de arrugas devastado de alegrías
perdidas en un valle de amarguras. ¿Cuánto tiempo le falta al tiempo? Uno no
madura con el tiempo, solo se entra en el disfraz fingido de creerse más sabio
a partir de mundanas experiencias. Básicamente, idiotas que se hacen viejos.
Sería oportuno que al
morir nos pasaran la cuenta de cuánto tiempo invertimos en tristezas y cuánto
tiempo cosechamos en alegrías. Yo creo, que yo no tendría una más que otra.
Sino un abrumador tiempo gastado en una constante indiferencia de hallarme
triste o alegre. Llegaría con una indiferencia final bien invertida en soledad,
sin alegrías y tristezas.
La soledad me ha sedado
momentáneamente a través del tiempo, pero se vuelve cruelmente realista cuando
me porto frente al espejo. Es como si el medicamento de la soledad se cortara
de tajo y callera enfermo de tiempo frente a mi reflejo viejo. No sé cuánto
tiempo me queda; pero, voy a gastarlo en letras mientras pueda. Una palabra,
dos palabras, tres palabras, infinitas y perpetuas amarguras. Quedan
registradas en pupilas que también serán olvidadas.
JNR