Verborrea invisible
Divino canto mudo.
Invocas
mi vocación callada.
Se
va disolviendo la palabra
en
velorios donde nadie habla.
Corazón
sintiente
ante
bellas imágenes nubladas.
Grito
en silencio
y
callo a gritos.
Ya
solo escucho
aplausos
mudos,
más
felicitaciones sordas.
El
mundo se ha vuelto un jardín
de
pétalos grises
que
ya no gritan.
Sino
más bien,
invitan
a
la interpretación
de
colores inciertos
y
de raíces funestas.
Qué
caso tiene seguir
en
esta vida absurda,
si
voy a callar mis juicios
frente
a incompetencias burdas.
Me
ahogo en silencios
y
respiro en hipocresías:
Hola…
¿cómo
estás?
Inmunda
rata absurda.
En
cuánta conquista estéril
se
van convirtiendo los elogios.
Me
limito a sonreír
y
a mutilar mi amargura.
Una
amargura que me procura.
Me
mantiene consciente
cuando
alguien quiere adorar
lo
que yo más quiero
que
son mis palabras dolientes.
Hoy
no quiero reflectores
y
si algún día los tuviese.
Anhelaría
ser
un
intérprete mudo
que
sonríe
y
que sostiene
un
ego frente a egos,
donde
me limite
a
tener poca palabra oral,
pero
al mismo tiempo
gritar
lo mal que está el mundo
con
palabras que no se dicen,
pero
que sí se escriben.
JNR