Recuerdos

Como quien tropieza con una vasta multiplicidad de recuerdos distantes. Me hallo un tanto quieto contemplando el por qué suscitan dichos pasajes en mi memoria. ¿Por qué recordamos eventos que catalogamos como “importantes”? ¿Por qué asumimos que son importantes si solo son importantes para nosotros mismos? Es como asumir que todo lo que proceda del margen de mi yo; es por ende importante. Solo sería una presentación de mi ego hacia al otro como importante. Pero ese no es el asunto primordial. La pregunta clave sería: ¿Por qué guardamos en la memoria específicos momentos y no otros? Responder dicha cuestión en un absoluto enfoque de veracidad y descubrimiento de una verdad absoluta como respuesta, no será el caso. Por obvias razones intentaré disuadir y desfragmentar dicha pregunta en mi subjetividad analizada desde mi praxis como individuo. Todo ser humano hasta donde mi conocimiento puede soslayar, puede tener ciertos recuerdos que sobreviven al paso del tiempo de dichos sucesos a recordar. Tomo en cuenta, las personas con enfermedades de degeneración neuronal como lo son las personas con síntomas de pérdida de memoria, aún persisten ligeros recuerdos, pero no en el consciente, sino más bien, viene una lucidez desde el inconsciente que puede traer recuerdos sumamente olvidados por el individuo que precede a dicha enfermedad degenerativa de procesos mentales.

¿Por qué recuerdo? ¿Será que recuerdo por el mero acto de asimilar que otros individuos recuerdan y solo sea una asimilación de paradigmas ante un hecho individual? Tal vez no, porque en realidad, sí suscita el recuerdo en mi memoria y, no actúo el recordar. Se recuerdan cúmulos de multiplicidades en cuestión de elementos como de imágenes, texturas, tiempo y espacio, sensaciones, sonidos, etcétera. Por ejemplo, en mi primer recuerdo de vida yace un cúmulo de elementos, como los rayos del sol cruzando debajo del agua, acentuando que era de día y situado por debajo del agua en una alberca rosando la superficie. Más la voz de mi madre, inclusive, la sensación de sentir el agua y la luz del sol pegándome en el rostro. Pero estos últimos son más vagos, ya que al recordarlos, mi cuerpo no percibe lo húmedo del agua ni mi rostro dicha sensación con exactitud. Sería de otro mundo recordar cuando estuvimos en una alberca en el pasado y en el presente sintiéramos el agua al recordar y se empezara a humedecer o mojar el cuerpo solo con recordar la sensación de agua sobre nuestro cuerpo. No ahorraríamos muchos problemas en deshidratación como humanidad. Me he puesto a pensar sobre la paradoja que conllevaría el tener la habilidad de poder recordar todo y a cada momento traerlo a la memoria con mucha facilidad, pero, puedo vislumbrar el caos que podría ser el que el cerebro humano tuviera la habilidad de recordar todo desde el momento de nacimiento, incluso desde el útero. Sería una tormenta de recuerdos asaltándonos constantemente y probablemente dicho cerebro no tendría mucha capacidad de vida, viviríamos menos en mi humilde opinión por la sobre carga de recuerdos que sufriría el cerebro si así fuese.

Entonces, ¿por qué recordamos? ¿Por qué unos recuerdos sí y otros son desechados o encerrados en el inconsciente? En una aclaración de ideas sobre dichas preguntas y en un bagaje de pensamiento en retrospectiva, me puedo basar de manera puramente intuitiva en pensar en el aspecto de supervivencia y adaptación por medio de seguridad por parte del cerebro humano. Se recuerdan lugares peligrosos, eventos donde corrió peligro nuestra vida, recordar el vértigo de caídas, recordar alimentos que pueden causarnos la muerte o que nos resulten tóxicos al ingerir. Recordamos el peligro en una señal de supervivencia para así seguir propiciando la especie humana a siguientes generaciones en cuestiones de genética. Escribimos libros de historia donde se han anotado los sucesos relevantes en la historia humana y muchos de dichos sucesos en su mayor parte, donde la humanidad corrió peligro. Recordar eventos felices, por otro lado, también podría significar un salvaguardar el que el cerebro incurra todo el tiempo a pensamientos tristes. Recodamos la felicidad, momento que nos evocan grandes o disimuladas sonrisas, o incluso carcajadas. Esto podría ser una táctica del cerebro de saber que tiene pensamientos felices guardados para casos de emergencia y saber que si en la actualidad no se es feliz, en alguna etapa de nuestra vida, sí fuimos felices. Como una analogía de “rómpase en caso de emergencia”, aunque hoy en día abusamos de dicho sistema recordando nuestra felicidad y la extrañeza de eventos felices o personas que yacían vivas y ahora han fallecido. Esto podría ser contra producente, creando así una mente que constantemente viva en el pasado, haciendo el presente un tanto o excesivamente depresivo. 

En el sentido de adaptación, esto podría incurrir con base en el entorno geográfico y social en que cada individuo humano se desarrolle para adaptarse a la tribu en un cierto modo, recordar tradiciones, modismos, lenguaje, alimentos, rostros, familia, ritos, etcétera. Recordar las normas cívicas en cuanto a valores éticos y morales. Recordar lo permitido y lo no permitido en un ámbito familiar y social para no ser castigados por figuras de autoridad. En un sentido humano, se recuerda para permanecer. El cerebro podría buscarse sentirse protegido para sobrevivir y con ello implicaría: el recordar.

Entre más lo analizo, más me alejo de comprender realmente la cuestión en sí de por qué recordamos. ¿Por qué unos recuerdos son más lúcidos que otros? Los recuerdos con más carga de detalles, pareciera que opacaran o dejaran un poco nublados otros recuerdos importantes. Pero, ¿cuál será el motivo de dicha balanza mental de recuerdos donde unos pesan más que otros?  Incluso, nos aferramos a dichos recuerdos que nos recuerdan a nuestros primeros recuerdos en cualquier experiencia. Un beso que nos recuerde a ciertos besos que nos gustaban antes, caricias, olores, sabores, actividades, etcétera. Aún en ese cúmulo de nuevo recuerdos basados en recuerdos fijos primeros, siguen prevaleciendo los recuerdos que nuestra mente elige almacenar en toda su vida. ¿Realmente somos nosotros quien tenemos el mando de almacenaje de recuerdos? ¿O solo somos el medio? Un simple mozo que obedece a diestra y siniestra qué hacer, qué recordar. Incluso este escrito puede ser que quede en el olvido. Pero me gustaría dejar al lector la indagación en su mente de cuestionar ocasionalmente a sus mentes de el por qué recuerda.

 

JNR

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