Amor matutino
Como quien castiga a las palabras,
me
someto a un llanto escrito.
Como
un piano que despierta
en
la opaca mañana incierta.
Las
teclas se agrietan,
se
ruborizan
entre
marejadas
de
miradas quietas.
Suspiramos.
Ya
no hay gritos
solo
húmedos recintos
de
bordes a la deriva
entre
mojados
y
rotos escritos.
Revolotean
las palomas blancas.
Remueven
vientos de esperanzas.
Un
tanto habladas,
un
tanto escritas.
Yo
lloro y tú gritas.
Alzamos
miradas
entre
paredes blancas.
Donde
el polvo a testigua
nuestras
huellas fijas
en
mi penetración liza,
un
tanto áspera y líquida,
pero
que se inmortaliza
entre
pujidos en la cornisa.
Nos
vamos arañando
entre
zarpazos
nuestras
espaldas y en cada brazo.
Sostenemos
nuestras lenguas
en
un baile quieto
mientras
danzan
tus
caderas anchas
de
piel oscura.
Voy derramando líquidos
en
tus sudorosos y grandes pechos
con
sus pezones finos, oscuros
un
tanto puntiagudos
que
voy mordiendo sin apuros.
Amor
matutino,
amor
de café.
Voy
recogiendo tu ropa,
pero
me detiene tu boca
dueña
de mi ingenua fe.
Me
abrazas con tus piernas
y
me dices:
Hagámoslo
otra vez.
JNR