Espinas secas
Crecen las espinas secas
a
un costado del caudal de sangre.
Un
diluvio que permea
en
un llanto oscuro; silencioso.
La
marea del vino ya no canta,
ya
no resuena en los oídos
de
aquel cadáver mudo.
Son
contados sus últimos suspiros
en
el último letargo
que
suaviza su piel
en
el fulgor del cálido atardecer.
Brotan
las lágrimas definitivas,
aclarando,
tu pálido rostro en el crucifijo,
amortiguando
así, los rastros
de
nuestro finalizado encuentro.
Ya
no hay testigos,
ya
no hay mendigos.
Tu
ineficaz presencia
de
próxima carne pútrida
se
las dejo a las aves de carroña.
Mascando
así lo que quedó
de
tu fina y pulcra belleza.
Secuencia
sin ritmo
se
ha vuelto tu callado respirar.
Anhelando
tu último rezo.
Aliciente
penetración
entre
el pedrusco ornamento
de
tu última bocanada
sobre
tu roída costilla.
Crecen
las últimas espinas secas
en
tu ahora latido quieto.
Murmuras
una
póstuma vociferación:
Te
perdono.
Y
me padre te perdona.
Hoy
muere el hombre.
Pero
nace el amor a Dios.
Un
Dios que perdona,
pero
que te dejará
sufrir
entre mortales.
Por
diez blancas eras,
llenas
de eternos crepúsculos
que
llorarán y gritarán
mi
nombre: Jesús...
JNR