Sangre infernal
Corre el sosiego de la sangre,
sangre
ingenua
que
corrompe el vaivén
de
ya no hallarme vivo
entre
esqueletos parlantes
que
bailan y toman café
creyéndose
los desposeídos.
Avanza
el pulso fúnebre
que
dicta al corazón
sus
más pulcros latidos.
Cuánta
desdicha
yace
en mi soledad agonizante.
Tan
llena de vida,
tan
llena de sangre.
Me
he vuelto tiniebla
en
el vasto horizonte
de
mil suspiros que agonizan.
El
demonio ríe a sabiendas
que
no escaparé de su infierno.
Infierno
que ahora me resulta
más
cálido que la brisa
de
un millón de nubes
acariciándome
el rostro.
Paraíso
eterno
de
eternas sonrisas falsas.
Lleno
de vestimentas
elaboradas
de las más cutres,
saladas
y tristes lágrimas.
Han
zarpado los corceles
blancos
y negros en la llanura
de
ésta
mi
más anhelada sepultura.
Se
ha agotado la sangre
ya
solo quedan gotas
que
brotan,
que
agotan
entre mi última orquesta rota.
La
brisa del fuego me recibe.
¡Qué
cálida es la muerte!
No
hay paraíso ni palomas volantes.
Solo
un río de sangre
lleno
de demonios vigorizantes.
JNR