Cuántos diluvios soy capaz de soportar
Hoy recuerdo,
la textura de tus labios
que lucen más lejanos.
En complacencia con el tiempo,
carece de sentido anhelarlos.
Profana ilusión de verte.
Nunca has estado,
pero parece
que te alejas más de mí.
Cuántos diluvios
soy capaz de soportar.
Me he vuelto tolerante a la soledad.
Soledad que tolera
mis bastas soledades profanas.
Qué sentido tiene escribirte,
ya que nos dirigimos a la nada.
Letras que anhelan desvanecerse
en tu nula incomprensión
de alguna vez intentar entenderme.
Me dijeron que era especial,
y…, me la creí.
Vaya sentimiento absurdo.
Voy colocando palabras
sin pulso fijo, desganado.
Siento que llueve para mis adentros
en plena mañana soleada,
donde las aves cantan
y mi corazón enmudece de hastío.
¿Por qué?
La naturaleza nunca calla.
Comparados con ella
en su sonido eterno
¿somos especiales?
Tal vez sí.
Nosotros tan humanos,
absurdos, quejosos.
Llegamos al mundo llorando,
gritando, pataleando.
Consumidores hasta la muerte
y todo…,
para aprender
a simplemente callar
y así dejar de ser,
para poder contemplar
dejando de anhelar y poder ver.
Destruir nuestro yo
para volvernos algo más grande.
Donde no hay yo ni naturaleza,
donde seamos dualidad
y uno en la misma esencia.
Hoy…, callo;
simulando estar muerto.
Contemplo la prisa ajena,
el estadio de lo absurdo.
Ya solo escribo en un mundo
del cual,
ya no quiero hablar de él,
hacerme notar.
Hoy he decidió callar
para así por fin con un carajo;
aprender a contemplar,
mirar y observar.
JNR