Sonrisas sangrientas
Su mirada traspasaba, intensa.
Mi
armadura callada y propensa.
Creada
para la fuerte ventisca
de
su sincera y delicada
indiferencia
callada.
Piedras
sobre el río quedan quietas.
No
se arrastran
ante
el disimulo de mis besos,
que
son un tanto fríos,
y
un tanto quietos.
Rezagados
en un rincón del alma
donde
nunca comprenderás
cuántas
ganas me quedarán
por
suplicar el deseo de tu arribo.
Callas,
no estás,
o
pretendes que entienda
que
ya de verdad no quieres estar.
¿Qué
hago con toda esta vida?
Llena
de ganas de amar.
¿Quién
depositó en mí el amor?
Si
yo no lo sé usar.
Qué
ganas de sentir
que
ya no siento nada más al fin.
Caminar
descalzo en soledad,
pisando
fuerte las ramas sin piedad
en múltiples ausencias a mi edad.
Hay soledad,
qué bien me haces,
pero
al mismo tiempo;
qué
mal me haces.
Ya
solo se suman
pequeñas
tristezas
en
la monotonía de delicadezas.
Ligeros
lamentos
que
me vuelven frágil
frente
al viento ágil
de
brazos que ya no me abrazan.
Todos
se han ido ya
ante
el abandono de mi felicidad.
Camino
dando pasos vacíos
intentando
ser una mala imitación
de
cuando no estaba en desvaríos
en mi olvidada y pobre habitación.
Algo
en mí se esfuma
en
cada suspiro de luna.
Espero
ingenuamente
algún
día volver a ser yo…,
enseñando ligeramente;
mis
más frágiles pero tiernas:
sonrisas sangrientas.
JNR