Alma mía
Tener
y ser, ser para dejar de ser, en el sufrir para llegar a tener y ser, sin dejar
de ser. Compréndeme alma mía, yo no atesoro suspiros que rasgan en mi lejanía,
esa de hallarme algún día muerto en vida; pero cosechando mis más sufridas y
manchadas alegrías. ¿Quién soy yo? Para exigirte que arrastres un poco el
viento en mi rostro pálido que ruega por una mínima brisa de humanidad compartida.
Voy componiendo susurros que almacenan tesoros brillantes de lamentos. Lamentos que ya no
lamento y lamentaré cuando todo termine. La muerte aqueja sin virtud y sin
desmedida. Caen las gotas en un laberinto de promesas rotas. ¿Y quién se va a atrever
a suspirar cuando yo al fin ya no esté? ¿Quién va a contemplar las desdichas
que el mundo aguarde? Mi más filosófica contemplación corre el riesgo de hallarse
absurda en un río absurdo y, un tanto basto. Basto de autores y reglas burdas. Hasta la náusea,
tiene nauseas de tantas indecisiones mías. Quisiera unas migajas de esa basta
dignidad gnóstica de altas figuras intelectuales. Pero sé, que no soy digno
para la filosofía y que soy un puerco más que mastica perlas por debajo de la
mesa donde el festín de Sofía nunca termina. Mi revancha será lenta, tan lenta
que, será imperceptible. Nunca se sentirá como una venganza mía al conocimiento, desde mi pulcro desconocimiento. Corran deprisa nuevas hordas de compañeras filosofas y filósofos. Ganen,
triunfen, levanten sus medallas. Que yo estaré desde el suelo separando sus más
absurdos argumentos. En la desintegración de su velocidad, la lentitud me hará
abrir los ojos para al fin dejar de ver, para así comenzar a observar. Me
despido, ya que a ustedes les depara la gloria, y a mí, me depara la más olvidada y
pura filosofía.
JNR