Amor peregrino
Se
van enumerando las cicatrices, adjudicándome un encuentro que retraso en cada
pestañeo por no ver concretado el barullo de imágenes que solapan tu apellido. ¿Dónde
ha quedado mi esencia? En un cofre enterrado en el bosque blancuzco. Soy lo que
dejé de ser al momento de prometernos un futuro juntos al ras de nuestros
labios. Caen las hojas riéndose de nuestras promesas. El frío azota acobijándonos
por separado en mantos de lágrimas. Somos lo que dejamos ser. El viento deja
escapar nuestros lamentos depositándose en nuestros floreros rotos. ¿Quién no
ha confiado ciegamente en el destino? La iglesia fue testigo de nuestras
plegarias por no separarnos. Varios fueron los rezos que le dediqué a tu
nombre. Nombre que se fragmenta en un laberinto de recuerdos perdidos. Las
astillas de nuestros rosarios se hunden en nuestras palmas con cada plegaria enmascarada
en tristeza. Cayeron al suelo nuestros huajes marcados por nuestras huellas que
se entrelazaron infinidades de veces frente a la parroquia abandonada. Nuestros
catres lucen más polvorientos que nunca. Tú le suplicas a nuestros santos, yo
le rezo, fervientemente a mi virgencita que nos vuelva a reconciliar bajo su
manto. Hoy ya no estamos, pero dejamos ser lo que no queríamos ser: Dos distantes
peregrinos que alguna vez se prometieron amor eterno bajo la lluvia de agua
bendita.
JNR