Para mí mismo
Soy
lo que comenzaron a buscar cuando terminaron conmigo. Soy las palabras calladas
que gritan mi arrogancia diáfana. Me he vuelto la charla escurridiza. Ya no soy
apto para los clichés sociales, tan aberrantes y monótonos en la dicotomía
urbana. He adquirido el don de la mirada triste frente a la estupidez ajena. Mis
pisadas se han vuelto silenciosas en la oscuridad honrosa. Mi entusiasmo va
perdiendo escala ante los sucesos repetitivos que ejercen las personas que se
divierten una y otra vez yendo y haciendo lo mismo cada fin de semana. Siento
que puedo soportar grandes cantidades de soledad sin temor a ser juzgado. Mi
caminar se ha vuelto lento, no por malestar físico, sino por el malestar de personas
que llevan la prisa como altar. Les gusta llevar a su idiotez lejos de la
lentitud. El único recurso de la gente estúpida es lucir productiva. La fama se
ha vuelto la meta a alcanzar. Dinero fácil sin dignidad alguna. Hoy predomina
la lucha de ideologías. Pobres alabando a gente poderosa. Y gente poderosa
alabándose a ellos mismos. La tecnología nos está volviendo inútiles. Ya no
cosechamos nuestra comida, ya ni compramos los ingredientes para prepararlos,
ahora, todo lo pedimos ya hecho. Ahora se presume haber terminado una carrera
universitaria, pero, ¿por qué no se presume el largo tiempo de desempleo? ¿Qué
sería del capitalismo si perdiera la habilidad de dictarnos qué desear? Todo
esta contaminado, hasta estas palabras, alguien más ya las escribió y con más
decencia. Con más inteligencia y virtud, solo repito lo que otros ya
repitieron. Nunca he sido original, ni lo seré. Estoy destinado a repetir las
mismas críticas de mi condición de ente social. Mi escritura no tiene fin
alguno ya. No escribo para que me adulen, para llegar a las grandes masas o
seudo intelectuales atrapados en la superficie de las ideas. No busco un cambio, ni yo quiero cambiar. Pasaré en esta vida sin ser visto ni leído, eso, ya lo
sé. ¿Cómo lo sé? Lo intuyo, el futuro ya es hoy, y no demanda tiempo a la
lectura. Ya nadie lee más allá de sí mismo. Soy el peor escritor para mi yo
lector. Soy mi propio lector que se discurre entre la ingenuidad, esperando. Mis letras no son instantáneas, necesitan tiempo, tiempo para poder procesar lo
que quiero escribirme a mí mismo. No es ego, es soledad. No es una triste
soledad; es una necesaria soledad conmigo mismo. El yo para uno mismo tiene
cierta humildad. El yo expresado en multitudes es necesariamente una
enfermedad. Me despido, no sin antes recordarte Jesús Neri Rincón, que no dejes
de escribirte ni de leerte, ya que te vas a necesitar a ti mismo en esta
sociedad altamente fracturada. Ya entendí que no puedo arreglar al otro, ya que
yo estoy más destrozado por los otros. Tal vez mis letras no curen a nadie,
pero son cierto ungüento para mis heridas existenciales ante el devenir de mi
propia muerte que carece de fecha y de horario ante mi conocimiento vago. Y es
que eso es la vida, vagar creyendo que hay un lugar mejor. No lo hay, y no lo
habrá. La mente caduca, y la cordura se reivindica. Así, escribiendo a la nada
para nadie más que para mí mismo.
JNR