Elis y Anaxímenes (Dialogo Tercero)

Anaxímenes: ¿Qué te trae por estos caminos inhóspitos, Elis?

Elis: Me sentí en la disposición de charlar contigo ante una respuesta que obtuve mediante mi afán de querer hacerle una pregunta al Oráculo.

A: ¡Vaya, no pensé que finalmente acudieras al Oráculo! Pensé que lo veías como un acto irracional al hecho de obtener una respuesta proveniente del acto que yace fuera del rango lógico del típico orden dialectico para llegar a la verdad, Elis.

E: Sí…, pero, tenía que ceder a mi curiosidad un poco de camino ante lo no recorrido.

A: ¿Y qué preguntaste? Si puedo saber, y qué respuesta obtuviste, si de igual modo puedo conocer.

E: Pues tenía esta pregunta que no me dejaba tranquila, y en mi soledad, más aunado a ese hablar conmigo misma, no pude llegar a una solución per sé del problema. Lo que le pregunté al Oráculo con tanta intriga fue lo siguiente: ¿Quién soy yo? Y el Oráculo me respondió: Eres los que preguntas. No entiendo, ¿qué quiso decir con eso? ¿Soy la duda de no saber quién soy? Ayúdame, Anaxímenes.

A: Una respuesta muy sabia e intrigante a su vez. Pero siento que para entender qué es el Yo, debemos entender qué es el todo, en este caso: ¿Quiénes somos? No tú y yo, sino, todos los seres que son capaces de dudar de sí mismos. ¿Qué somos? Y…, ¿quiénes somos en este todo que nos ocupa? ¿Es un todo lo que está fuera de nuestro alcance sensorial?

E: Al parecer, te gusta darle más vuelta a la pregunta, haciendo más nudos sobre el nudo original.

A: Hay algo de cierto en tu sospecha enredosa, pero no es así, intento de igual modo, analizar el efecto de cuestionar al Yo de manera individual en disonancia al Yo en colectivo. Ya que pensaría uno que al ver a los demás, de ahí yace tu pregunta de no saber quién eres. ¿Los demás, saben quiénes son?

A: En resumen, ¿cómo es que uno mismo sin entender quiénes son los demás, puede preguntarse quién es él mismo? Pienso yo que, al preguntarse quién es, es porque se ha acercado en demasía al hecho de saber quiénes son los demás, y si lo sabe, entonces es parte de ese quiénes, ya que, al saberlo, pensaría que es diferente a los demás, y por ende, su cuestionamiento existencial de no saber quién es.

E: Empiezo a vislumbrar tu razonamiento, pero…, ¿y si ellos no se preguntasen quienes son ellos, o quienes somos todos? ¿Cómo podría preguntarme quiénes son ellos fuera de ellos mismos? Y si no lo sabemos, menos sabría quién soy yo. Pero, entiendo, no soy la única persona en el mundo, pero mi pregunta no es para saber quién es el ser humano, sino para saber quién soy yo.

A: Es que ahí yace el problema, si no te importa qué es el ser humano, quiénes son los demás, ¿cómo podrías obtener tu respuesta? Esa de…, ¿quién soy yo?

E: Entonces no puedo llegar a ninguna conclusión, Anaxímenes. No puedo saber quién soy yo, ni quiénes son los demás, ni qué es el ser humano, ni qué es el todo. Tal vez no somos nada de nada…

A: ¿Qué es la nada, Elis?

E: Me rindo, nunca sabre quién soy yo.

A: Es que eso eres: Eres lo que preguntas.

E: ¿Tú también?

 

JNR

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