No hay de otra
más que
aferrarse a las palabras.
Tomarlas,
firmemente;
como si
pretendieran escaparse.
No hay de otra,
más que amar a
la literatura
de manera
rebelde y fielmente.
No hay otra
salida,
más la de ser
intenso en la escritura.
No queda de
otra,
más que leer sin
envolturas.
Y me refiero
a devorar como un hambriento
a la bendita
lectura.
Hacerla intrusa,
y musa
en cada rincón
del pecho
inhalándola y exhalándola
de manera brusca.
Sufrir y vivir
en letras
como quien se
despide hablando.
Deberíamos irnos
así
de este mundo hecho
de intrigas,
escribiendo y
sin mentiras.
Escoger nuestras
palabras predilectas.
Y usarlas como
balas selectas.
Un tanto estratégicas
y benditas.
A la hora de
ejecutarlas y revivirlas.
¿Qué sería de
los poetas?
Si no ardieran
con sus palabras.
El paraíso no
esta predispuesto
si eliges la
escritura como fama.
Escribe, borra,
lee, vuelve a escribir.
Que con cada
frase y palabras
sea un reclamo a
la vida para vivir.
Levanta la cara
que esto todavía
no se acaba.
Sonríe y escríbete
un rostro
con puntos y
comas.
Te levantarás y
te levantarás
de cada fracaso
en el que te hallarás.
Pero eso sí te
digo;
tus letras nunca
te abandonarán.
Incluso; cuando
ya no estés,
tus palabras te
buscarán.
Y te hallarán y
revivirán.
Y con cada palabra leída tuya
volverás de
entre la tumba
armándote de manera
pura
como cuando
elegiste a la escritura
como a la
permanencia divina.
Y cuando te
vayas
la muerte será
rutina.
Pero tus
lectores
desearan al leerte
volverte a tener
en vida.
JNR