Hasta el último pulso

Cómo voy a dejar de escribir

si en mi corazón

persiste un pulso.

Un pulso hecho de tinta,

que sube y baja

como la marea en el océano.

Donde hasta el fondo,

destella una luz tenue;

que grita insistentemente

entre sueño y sueño:

¡Escribe, escribe!

¡Y no lo dejes…!

Hasta el último aliento.

Hasta el último trazo.

Hasta el último pulso.

Aunque ya no puedas más;

pero, escribe…,

sin esperar nada a cambio.

Y si te mueres de hambre,

aliméntate de letras,

de palabra en palabra;

pero escribe.

¡Escribe, maldita sea!

Con ternura

y entre penumbras.

Entre agonías

o en la tranquilidad.

En el silencio de la soledad

o entre azotes de puertas,

o entre gritos procedentes

de inútiles analfabetas.

Escribe, ya que tienes

dos corazones…, el tuyo

y el de tu madre muerta.

Escribe con lágrimas

o en la dicha Homérica.

Escribe inspirándote,

que a falta de amistades,

se te han otorgado a grandes

autoras y autores del pasado.

Escribe con manos

o sin ellas, pero escribe.

Ya que en tus letras

siempre habrá un pulso,

no importando aún,

que tu corazón

haya dejado de latir.

 

JNR

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