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Mostrando las entradas de abril, 2022

El silencio grita

¿En dónde está mi cielo? ¡Aquí estaba y ahora no! ¿En dónde depositaron aquellas nubes frescas? Mis nubes blancas, tiernas, grises, negras,   y un tanto grotescas. El atardecer brilla de ausencia por el olvido  de la tarde veraniega. La que te regalé insistentemente. Las aves se han ido. No resistieron la espera. Mi vista ya no descifra nuestros susurros al viento. Se alzan las hojas secas en un torbellino de tinieblas. El silencio grita y la palabra escrita se vuelve sorda. El doctor sostiene mi mano, me comunica: Has perdido la vista.   JNR

El mundo esta enfermo

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  Me siento como un pescado invisible en medio de un lago rodeado de pescadores que fingen pescar y fingen estar hambrientos. ¿Por qué escribir palabras tristes en un mundo donde todos aspiran a ser enteramente felices y a aparentar la felicidad? ¿Cómo será mi muerte? ¿Será pacífica o de manera violenta? ¿Será justa o injusta? ¿Será épica o muy estúpida? ¿Por qué se siente como si todo estuviera mal con las personas? ¿En qué momento nos dividimos tanto? Blancos, negros, ricos, pobres, ignorantes, intelectuales, ateos, religiosos, homosexuales, heterosexuales, mujeres, hombres, etcétera. ¿En qué momento dejamos todos de ser humanos? Incluso, nos creemos más que otros seres vivos: los animales. Los explotamos a nuestro antojo, destruimos ambientes naturales. ¿Por qué actuamos como si tuviéramos otro planeta de reserva? ¿Por qué existen las guerras? ¿Por qué hay personas tan violentas? ¿Por qué existe el narcotráfico todavía? La utopía de un mundo pacífico se percibe cada vez más al mundo

Habitación nocturna

    Una desconocida mano recorre de manera breve el tobillo de mi pie descalzo, —yo no lo percato, permanezco aún dormido—. La dispersa oscuridad abraza por entero la habitación donde prevalece mi inconsciente soledad. El viento acaricia los bordes de las ventanas abiertas; que rechinan en su baile descontrolado. El gato negro del vecino: reluce como testigo expectante desde a fuera, situado y estático en la rama del árbol que se mece junto a la ventisca de la brisa fría. Sus ojos brillan en una tonalidad un tanto amarillezca y rojiza, entre la dispersa niebla. Mis ronquidos retumban en la habitación haciendo un extenso eco en las cuatro paredes; tapizadas de libros que aun no he leído ni leeré. El despertador pinta su numerología como profeta que confirma su sentencia a la hora marcada: las tres en punto de la madrugada. El color de los números rojos empapa con su brillo como ensangrentando mis parpados sellados. La visión de la habitación esparce cierta inquietud ante la inminente