Habitación nocturna
Una
desconocida mano recorre de manera breve el tobillo de mi pie descalzo, —yo no
lo percato, permanezco aún dormido—. La dispersa oscuridad abraza por entero la
habitación donde prevalece mi inconsciente soledad. El viento acaricia los
bordes de las ventanas abiertas; que rechinan en su baile descontrolado. El
gato negro del vecino: reluce como testigo expectante desde a fuera, situado y estático
en la rama del árbol que se mece junto a la ventisca de la brisa fría. Sus ojos
brillan en una tonalidad un tanto amarillezca y rojiza, entre la dispersa
niebla. Mis ronquidos retumban en la habitación haciendo un extenso eco en las
cuatro paredes; tapizadas de libros que aun no he leído ni leeré. El
despertador pinta su numerología como profeta que confirma su sentencia a la
hora marcada: las tres en punto de la madrugada. El color de los números rojos
empapa con su brillo como ensangrentando mis parpados sellados. La visión de la
habitación esparce cierta inquietud ante la inminente calma de sucesos sonoros.
La escena se detiene, centrándose en el espejo del tocador. Es grande y, de
cuerpo completo, un tanto ostentoso. Normalmente reflejaría mi cama mientras duermo,
pero, ahora, se interpone una inquietante sombra de color negro con ligeras
marcaciones de venas blancas entre sus brazos y cuello. De cuerpo completo,
posa con una mirada sepulcral, ojos fijos de color blanco, no hay retinas, pero
se siente su mirada un tanto colérica. Su brazo salía del espejo y yacía
estirado como árbol de ramas viejas, incrustándose en mi pie descubierto por la
indiferente sabana que cubría la mitad de mi yo retorcido en el colchón. El
tamaño de su mano es una constante metamorfosis, pasaba de una mano de tamaño normal;
a una garra con extremidades demasiado filosas y punzantes alrededor de mis
dedos del pie. De pronto, aquella cara sin rostro, denotaba una gran sonrisa
atestada de colmillos color púrpura. Secretaba cierto líquido viscoso del mismo
color. La habitación parecía hacerse diminuta y en instantes amplia. Como si
estuviera acorde con el ritmo de los latidos de mi corazón; que intuía un
peligro inminente. Despierto, pero todo parece como si estuviera situado al revés.
Como si mi vida fuera ahora a través del espejo de mi habitación. Me asomo al
espejo, y me veo a mí mismo dormido del otro lado del armatoste que refleja mi
antigua realidad. Intento sujetarme el pie para despertarme, pero lo siento un
tanto suave y me limito a acariciar mi propio pie de mi yo dormido desde el
otro lado del espejo.
JNR