¿Es usted un imbécil y no lo sabe?

 

            Nos hemos vuelto una sociedad infantilizada. Somos esos niños que solo quieren tener el juguete más bonito, de moda y asombroso del momento. O el juguete que más queramos por el afán de simplemente tenerlo porque sí. Haciendo alusión a la metáfora del niño berrinchudo que implora por su juguete en el pasillo de niños, dicho esto, reaccionamos a cualquier producto de mercado como ese deseo de conseguir ese “juguete preciado”. Por ende, la etiqueta de sociedad de consumo ya no la portamos en la frente; sino, en nuestra forma de actuar, hablar, en la psique, vestimenta, objetos, marcas, comida, y un grande etcétera. Esto es, porque al sistema de consumo no le interesan las personas maduras, ese cliente que reflexiona y dice que no, que se cuestiona. La razón por encima de los sentidos e impulsos son enemigos de la publicidad. Las personas se adecuan al sistema en turno, de una manera u otra. El sistema capitalista adora al individuo infantilizado, ese que se mueve en el mundo únicamente a través de sus impulsos más próximos de deseo, ese que siente que pertenece a un contrato invisible en un sistema que lo consiente y lo trae a su infancia una y otra vez. Ese al que usa como filosofía: solo se vive una vez, para así comprar lo que le ha atraído a su sensación de deseo. El consumidor infantilizado le fascina sentirse consentido y que se preocupen por él. Le encanta consumir productos que lo lleven constantemente a su infancia y a nuevas infancias dadas en la actualidad. El cliente infantilizado no le teme al qué dirán, creció con un papá mercado que le fomentó la ideología de que él como consumidor es único y especial. Y que, si los demás lo juzgan por ser diferente, esos otros están mal. Aún así, en esa originalidad repetida en otros consumidores, en consecuencia, existirán otras personas de su mismo actuar con los que pueda interactuar, salir a consumir juntos, lucir y hablar como meros clones vacíos entre ellos. El consumidor infantilizado no le gusta aburrirse o sentir el mínimo aburrimiento, todo el tiempo tiene que estar entretenido o sentir que la pasa bien, adora divertirse como el “pequeñuelo que se siente ser”. Odia divagar en sus pensamientos y sentir que no sucede nada alrededor, no soporta el silencio y tiene que agregar ruido al ambiente de calma. El cliente infantilizado es el eterno consumidor que jamás se independiza del sistema capitalista, no sabe y no se puede hallar fuera de los centros comerciales, o fuera de los video juegos, películas, series, canciones, y demás entretenimiento chatarra cruzando su habitación. Incluso, el actual modo de vestir entre celebridades y clase alta y poca de la clase media infantilizada: viste de manera un tanto ridícula al usar prendas que los hacen lucir pequeños o visten colores demasiado llamativos, y atuendos infantiles de talla de adulto, en suma, actualmente las tallas que se usan son más grandes de lo apropiado en cuanto proporción de talla. Lucen como ese niño que se metió al closet de sus padres y decidió portar grandes y coloridas camisas, pantalones, sacos, blusas, vestidos, etc. Les fascinan lucir de manera tierna y divertida. Estas personas suelen estar enfermas a largo plazo, ya que consumen en demasía; solo alimentos procesados y azucarados. Resultando así con sobrepeso, diabetes, gastritis temprana, y demás enfermedades relacionadas a la falta de una vida sana en cuanto alimentos como frutas, verduras y bebidas no azucaradas. A los clientes infantilizados no les gusta ahorrar, les fascina endeudarse por comprarse lo que ellos piensan que se merecen por el mero hecho de desearlo. No recurren a pláticas serias y procuran tener risas escandalosas que terminan sonando como esa risa torpe de alguien que es en exceso imbécil. Les gusta destacar en cualquier entorno social no tomando en cuenta su inminente ridículo al expresarse o actuar. Los empodera el sentirse únicos y especiales. Tratan de evitar a personas que les dicen sus verdades y los sacan de su ilusión infantil. Odian esforzarse o trabajar duro por metas a corto, mediano e incluso a largo plazo. Todo es inmediatez y una constante satisfacción en el adulto infantilizado. En una divertida ironía y ya para terminar mi análisis; el consumidor infantilizado ni siquiera leerá este escrito, ya que no le gusta leer más allá del límite de palabras que demanda una red social como Twitter, o una frase superficial de Coelho sacada de Wikipedia. Créanlo. El universo del capitalismo conspira para ayudarlos a realzar su estupidez consumista como consumidores infantilizados y berrinchudos. ¿Es usted un imbécil y no lo sabe? Si es así, el sistema de consumo actual los necesita, y lo necesita infantilizados. 

 

JNR  

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