Fe en la muerte

 

 Dejar de ser, ¿qué implica dejar de existir? Dejaremos de tener ese cuerpo que tanto nos afanamos en cuidar y prosperar. Dejaremos de sentir ese instinto de super vivencia y alimentarnos cada día. Dejaremos de sentir sed, deseos, sueños, malestares, penas, alegrías. ¿Quién nos recordará cuando ya no estemos, si los que nos recordarán también morirán? A ellos también necesitan recordar. En mil años nadie sabrá que alguna vez existimos. ¿Qué lenguaje usarán? ¿Habrá humanos de carne y hueso? ¿Seguirá existiendo el lenguaje? ¿Por qué escribimos si posiblemente todas las letras terminarán siendo nada? No es que al escribir se asemeje a construir con ladrillos la pared más alta, sino, terminarán siendo palabras que trasciendan ciertas generaciones y se vayan perdiendo con el paso del tiempo. ¿Qué será de los viejos clásicos de la literatura cuando los nuevos clásicos de hoy sean los viejos clásicos del mañana? Y es que, ¿qué implica dejar de ser? Ya no habrá pensamientos, los que nos lleguen a recordar; serán por breves momentos, y no nos zumbarán los oídos ya que no existirán nuestros sentidos. No regresaremos como fantasmas a contemplar a los vivos mientras nos recuerdan por esporádicas sesiones de tiempo. Ya no habrá tiempo, ya no existirá el tiempo para los muertos. ¿Qué les sucederán a nuestras cosas? A nuestras fotografías, a nuestro espacio donde actualmente habitamos y vivimos la vida. ¿Qué le pasará al dinero que ahorramos por tanto tiempo sin gastarlo? ¿Y nuestra muerte? ¿Cómo será? ¿Sufriremos, nos iremos en paz? ¿Tendremos un espacio en el cementerio? ¿O no habrá cuerpo que enterrar o incinerar? ¡Qué terrible es saber que dejaremos de ser! ¿O es un alivio necesario? ¿Quién quiere ser para toda la eternidad? ¿Por qué al existir tantos muertos en la historia olvidamos que también seremos como esos muertos? Olvidados, recordados, no lo sabremos, ya que no existiremos más. ¿Por qué se nos olvida que somos seres para la muerte? Seres que dejarán de ser y de percibir al mundo con su cuerpo y los sentidos. Ya no habrá mente, ya que necesita al cerebro para pensar. Ya no habrá esa voz interior que dialogue en nosotros mismos. Ya no habrá bueno o malo, ya que en la muerte no existe moralidad alguna. Pero, ¿y nuestra alma? ¿Qué es el alma? ¿Por qué nos prometieron un paraíso después de la muerte? ¿Y si cuando estamos muertos que tal si no pasa nada? ¿Cómo cuando dormimos y nos despertamos al día siguiente sin recordar qué soñamos o si llegamos a soñar la noche anterior? Cuando no soñamos, no hay nada, no hay sueño, no somos más que un cuerpo que reposa y sigue respirando de manera inconsciente. Y, ¿si así es la muerte? Solo un estado inconsciente donde no hay sueños, pero ya hemos dejado de respirar y ya no tenemos cuerpo. Ya no hay manera de despertar. Ya que no hay un cuerpo en cual despertaremos por que ya murió ese cuerpo. La muerte no es lejana, está ahí, en cada pestañeo y en cada latido del corazón. Podemos morir de manera repentina o prolongada. Pero el fin es lo más fiel que tenemos. Es como dejar de tener fe en la muerte al alejarla del pensamiento. Es como si quisiéramos ser ateos de nuestra propia muerte. Ateos momentáneos, ya que cuando muramos, seremos fieles a la muerte. Una fe consumada; el acto de morir. ¿Y qué hacer frente a la muerte? Me pregunto, y me respondo a mí mismo: VIVIR…

 

JNR

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