La leyenda de Villavicencio

Se quitó la olla de barro del fogón, el café estaba en su punto, el rostro de la abuela se reflejaba en aquel líquido espeso de color marrón. La leyenda de Villavicencio daría comienzo junto con el pulular del humo esparcido hacia el foco del techo simulando el espíritu suscitar en nuestros sentidos.

Barcelona, 1939, España. El pequeño Carlitos se encontraba jugando con sus soldaditos de hojalata, simulando pequeños sonidos de disparos provenientes de su boca llena de saliva. Las maletas lo esperaban, su padre había muerto, su madre y él, encontrarían refugio en México tras las complicaciones del régimen franquista. La madre de Carlitos lo tomaría salvajemente de la mano, dejando los pequeños soldaditos de latón olvidados en el césped. Un gran barco proveniente de España llegaría a las costas de Veracruz. La mirada de aquel niño sería de asombro, aunque se sentía un sabor de que las cosas no volverían hacer nunca como lo eran antes. Su infancia se quedaría abandonada en aquel jardín de España en aquellos soldaditos que el tiempo oxidaría.

Primeras semanas de escuela en México, los niños no toleraban a Carlitos, cada septiembre le quemarían los pies y sería blanco de todos los insultos que a un pequeño gachupín podían hacerle.

Pero un día todo se salió de control, ya que Carlitos detestaba las matemáticas. Se escondería en el patio trasero para dibujar y colorear grandes barcos y dinosaurios. Pero su pequeña horda de seguidores anti españoles, lo molería a palos por pensar que Carlitos se sentía mejor que todos al no entrar a clase. El resultado sería fatal. Carlitos moriría al sonar la campana de fin de clase. La sangre proveniente de su cráneo expuesto, sería absorbida por el papel del cuaderno donde yacían sus últimos bocetos de su nuevamente infancia arrebatada. Sus últimas palabras de Carlitos, mientras era molido a palos, fueron las siguientes: Volveré por ustedes, y les arrebataré lo que siempre me han quitado, mi niñez. Desde aquel fatídico día, el espíritu de Carlitos Villavicencio rondaría en los sueños de todos los niños que, al despertar de pesadillas al día siguiente, ya no sentirían apetencia por jugar con juguetes o a cosas de infantes. Se convertirían en pequeños sin ánimos de ser niños y empezarían a tener gustos de adultos. En el sueño recurrente, se les aparecía Carlitos vestido como un señor pequeño: zapatitos negros perfectamente boleados, camisa blanca finamente planchada, más un saco color café oscuro que sobrepasaba sus manos, resaltando así, una imagen de pequeño adulto con mirada de venganza. La historia se volvería leyenda, la leyenda de Villavicencio. Cada que los padres notaban cierta madurez en sus hijos, intuían que habían soñado con Carlitos.

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