Tierra santa
Descansan en mis pies descalzos
una multiplicidad de ironías;
que sangran entre llantos
de tierra santa y marchita.
Naturaleza viva, alma roída.
Música imperceptible para el cuerpo;
pero danzante para el espíritu vibrante.
En tu ofrenda se alzan
mis más íntimos escalofríos.
Me observas
Y te alimentas de mi ingenuidad.
En tu paisaje se arropa un nuevo ser
que inhala y exhala un susurro de esperanza.
No hay amor más grande entre nosotros,
que el sonido de los tambores anunciando
nuestro rito para apartarnos
sobre el alistamiento de la aurora,
que se escapan en nuestros parpados cerrados.
Ya no hay un solo yo,
Sino juntos somos un yo eterno;
que respira
bajo el manto del viento que nos mira.
El sol decide tomar su camino
en el equilibrio de la dualidad,
ofreciéndome la noche
donde se afinan de manera más precisa los sentidos.
Se enciende el fuego
en esta última chispa ontológica
que da sus primeras brazas
donde se crean sombras;
que dan origen al lenguaje y a la vida.
¡Tierra santa,
que en tus piedras cantan
los prehispánicos relatos
que me protegen a ratos!
¡Tierra santa,
madre santa,
divino cántaro
que embriaga al alma y canta!
¡Ya no hay prejuicios,
ya no hay rarezas,
ya no hay decisiones!
Solo hay un alma viva
que sangra y vibra
en esta muerta y gloriosa:
tierra santa que respira.
JNR