Ya no hay mañanas felices
Renacimiento fausto
en
tus labios despotricados.
Más
la sombra
llena
de lumbre que agazapa
en
tu frágil regazo,
tan
provisto de incertidumbres.
Ya
no hay mañanas felices.
Ahora
reina la noche frívola.
Vuelvo
a la amarga soledad
de
donde nunca debí salir.
Me
he vuelto un río de cicatrices.
Un
volcán lleno de suspiros.
Un
bosque vuelto cenizas.
Me
rio de mis desvaríos.
Llevo
la tristeza en la sonrisa.
Más
la brisa que me trae tu agonía.
Tu
ausencia pesa en demasía.
Y
mi latido se ha vuelto más liviano.
¡Qué
suerte la mía!
Perdí
lo que mas amaba
para
volar sin cadenas
en
el brillo de la luna.
Y
es que la noche es testigo
de
mis mejillas húmedas.
Y
mi corazón también atestigua
que
en su ritmo solo suenan
tiernas melodías enmudecidas.