Me sabe a tumba
Tu ausencia me enseñó a extrañarte.
La
indiferencia nos hizo parecidos.
Aquellos
siempre fueron desgastes
de
un olvido turbio y malagradecido.
Fuimos
fugaces de instantes perpetuos.
Blancamente
enrojecidos por la niebla.
Cayó
la telaraña de nuestras promesas.
La
caverna declamó nuestros nombres.
Un
ausente recuerdo compartido.
La
carencia fue nuestro destino.
La
turbulencia vibro con cada beso.
Invocamos
las ruinas al acariciarnos.
Fue
nuestra sentencia decirnos: ¡Te amo!
Nadie
lo esperaba, nadie lo anhelaba.
Declamar
lo que sentíamos mutuamente,
fue
la sentencia inmediata del derrumbe.
¿Por
qué amarnos ante los otros?
¿Por
qué ser para dejar de ser?
¿Por
qué no trascender en lo anónimo?
¿Por
qué ahorcarnos al expresarnos?
Sin
duda, mis mejores cicatrices
siempre
serán tus besos.
Nadie
entendió, ni entenderá
que
nuestro amor,
hoy
más que nuca
me sabe a tumba.