Tu adiós fue mi tumba
Anhelada degustación anestésica.
¡Cuántos caprichos!
¡Cuánto desdén!
Traen
consigo los alaridos.
Alaridos
de campanas…
Campanazos
de sangre y tinta.
El
amor acaba junto al silencio.
Ese
eterno adiós en la estación de tren.
Ese
eterno tren sin retorno ni vaivén.
Mis
alas ya no relucen.
El
viento dejó de acariciarme.
Tu
adiós fue mi tumba…
Ahora
no sé quién soy.
Soy un
derrumbe de anhelos.
Soy el
consuelo de mi padre.
Soy la
empatía no deseada.
El
tiempo se pausó en tu retirada.
El
tiempo ya no avanza sin ti.
El
azúcar sabe amargo.
Mi
café solo sabe a desdicha.
¿Quién
soy yo para pedirte
que
dejes todo y regreses?
La
máquina del tiempo se desvanece.
Mis
suspiros te alejan más y más.
¡Qué
impotencia, no ser más!
¡Qué
tragedia, no amarnos más!
¡Qué
agonía, saber que no volverás!
El
adiós es un sepulcro.
Tú
última mirada,
más tu
último beso…
siempre
serán mi féretro.