Vida mal vivida

 

Desaventura catártica, esa

la de tu dulce sonrisa relucida.

Acuden tus zánganos testigos,

fieles a tu devoción peregrina.

La rancia textura de tu voz

aclama sincera, un diluvio

exacerbado de fórmulas nítidas,

un tanto frías, un tanto álgidas

un tanto planas y románticas.

El son es tu ritmo

y tu canto el corazón.

¿Cuántos poemas

serán testigos

de mi frívola petición?

Los canarios de porcelana

ya no cantan, solo aguardan.

Dejaste la jaula abierta

y junto con ella: mis suspiros.

Tu aroma refuerza

esta angustiosa soledad.

Tu taza de café sigue fría.

Mi corbata yace quieta.

La amenaza es constante,

frente al desazón

de mis crudos desvaríos.

Calló y cayó la noche.

Mis letras se estancan

junto al silencio

que me abruma,

que me consume,

que me acaba,

así,

como el final

de una vida mal vivida.  

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