Encarnados

Tu sonrisa acobarda mi calma.

Luz de pecho que rechaza la caricia.

Sol y luna desbocados en inmundicias.

La tristeza nos embriaga las letrinas.  

 

El río de tu sangre brota y resuena.

La hierba sí entiende a nuestros cuerpos.

Las luciérnagas alumbran el momento.

Momento de humedad y de consuelos.

 

Los ruegos ya no bastan,

pero van sobrando los lamentos.

Lamentos de realidades pasmadas

a través del tiempo que se abalanzan.

 

En tu piel se incrustan mis letanías.

En tu boca descansa la vida.

En tu vientre aguarda la balanza.

Balanza injusta de alabanzas.

 

Mis despidos ya no palidecen.

Mi insistencia ya no aguarda.

Nuestras masturbaciones se abastecen.

Nuestros líquidos ya no bastan.

 

Solo quedaron nuestras tentaciones.

Tentaciones olvidadas tras bendiciones.

Bendiciones esparcidas no concebidas.

Concepción no aprobada por rendiciones.

 

El sonido de los grillos nos recuerda,

que la naturaleza siempre nos espera.

Donde no habrá nombres ni apellidos.

Solo la carne desnuda devorándose.

 

El viento y las hojas decidieron

olvidarnos tras nuestras injurias.

Tu voz ya no me es reconocida,

aún siento tu sabor encarnándose.  

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