Poeta hambriento

 

Sin gusto y sin oído,

ese eterno tacto complacido.

Bella reflexión matutina;

complaciente, interna y reflexiva.

 

Se van consumiendo los gustos,

gustos de cantos esparcidos.

Sagrados son los templos

de ilustres egos enaltecidos.

 

Se van enlazando las páginas;

un tanto invertidas,

de colores blancas y amarillas,

cual semillas en la tierra,

cultivándose de manera interna.

 

Dulce alimento escrito,

que alimenta mi innata codicia.

Esa hambre…

Hambre de un poeta extinto.

Esa ansia…

Ansia de un poeta maldito.

Esa maldita costumbre…

Costumbre del poeta y su rito.

Esa necesidad…

La de llamarme:

Un poeta inapetente.

Tan inapetente de apetito.

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