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Mostrando las entradas de octubre, 2023

Multitud

La multitud no espera, la multitud tiene prisa; no empatiza, no te mira.   La multitud empuja, no se detiene, quiere dinero. La multitud no es silenciosa; es ruidosa, te pisotea, no sede.   A la multitud no le importas; te deja atrás, todo es competencia. La multitud no empatiza, no siente. Todo es rapidez, no hay paciencia.   Todo es querer, tener, comprar, todo es superficial, todo es falso. Sonrisas falsas, apuñaladas sinceras. Destacar solo para gastar y gastar…   La multitud es monótona, no cambia, sigue siendo la misma. Nuevos rostros con viejos hábitos. Viejas caras; cansadas, siempre las mismas.   La multitud es primero y tú después… La multitud no reflexiona, no se cuestiona. No se detiene y vuelve a comenzar. Un nuevo día: comienza de nuevo el ritual. 

Un rostro callado

Un desquicio que va en aumento en la benevolente bruma de mi espíritu. La agonía se disfraza de paciencia. Los rostros enmascarados me juzgan. Nadie atiende, nadie asiente…   El silencio es mi escudo, mi arma. Complacientes son los verdugos ante la espera de mi alba expuesta. Cruje la cordura, cruje la demencia.   Se insertan las espinas en mi pecho, caen los pétalos sobre mi espalda rígida. Nadie se conmociona, nadie se exalta.   Me estoy volviendo mudo frente a la cordura que se ha vuelto apática. Nadie se acerca al pozo de mis lamentos. Ahora las gotas son meros adornos… Adornos de un candor que se escapa.   Ríe cruel testigo, ríe… Porque ya nadie reirá frente a las heridas expuestas. Anhelo que nadie extrañe mi sonrisa. Ya que sólo seré un rostro que mira; paciente, callado, apagado y sin prisa.

Hablemos

Hablemos de las cosas, mi amor. Siente mi pecho cómo tamborilea. Aprecia tu rostro sobre mis lágrimas. Escucha a mi corazón inquieto. Muéstrame tu voz más sincera.   Hablemos de las cosas, mi amor, de las que nadie habla y todos guardan. De nuestro futuro inhóspito,    de las roturas mal cocidas, de las desvencijadas promesas juradas.   Hablemos, corazón, de lo que ya nadie habla… De lo que sentimos al saber que ya no estaremos juntos. Hablemos, mi amor, hablemos.   Hablemos del adiós que no intuimos, de lo invisible que era el destino, de aquel primer romance que se perderá en la memoria. ¡Hablemos, aunque sea con gestos!   Hablemos… sin importar que nunca has existido. Hablemos, mi amor, hablemos…

Monumento eterno

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  Monumento eterno, hombre en estado salvaje, animal humano de caos y orden, potencia flotable de lo influyente, vestigios de hombres nómadas, forjadores de la gran Polis Ateniense, mitos, Dioses y Hombres, militares escépticos ante el lío, lucha obligada, aspiración al miedo, seguridad y bienestar en juego, civilización endeble  ante la política infecunda, Talasocracias de mares impolutos, Tucídides observa, Tucídides delibera, Tucídides reconsidera, Creta contempla el silencio del viento, las alianzas retumban en los nimbos, avenencia de cesación ante la catástrofe, cuerpo y espíritu en armonía. La locura rebrota entre el céfiro, un rugido germina ambicioso, la carne glorifica su génesis, la sangre pulsa la astucia, la guerra como cruel instructora, el fanatismo aclama a su padre, la codicia ante los intereses discordes. Destructor de vínculos maquinales, Tucídides alerta, Tucídides discurre, Tucídides pondera la máscara del

Deleite

Un deleite. Pasos insistentes. Una gabardina larga y vieja de color negro. Mis dedos pasando por mi cabello largo sobre la oreja izquierda. Un vagón de metro. Una noticia en el periódico. Mi rostro oculto entre la agotada multitud. Puertas del transporte público abriéndose. Gotas escurriéndose en las escaleras al salir de la estación Chabacano. Un paraguas rechinando al desplegarse de manera forzada. Luces blancas y amarillentas de varias casas. Un cigarro húmedo. Un encendedor robado. Una dulce bocanada de humo bajo el paraguas sobre la lluvia recia. Una casa rústica. Una puerta. El timbre que funciona en su mediana capacidad. Gatos asomados en la ventana para apreciar a un posible intruso. Una colilla de cigarro pisada en la entrada húmeda. Una puerta que se abre en su mínimo porte. Una mirada femenina asomada. Una voz cansada: «Pasa». Una gabardina mojada, vieja y olorosa mal colocada en un antiguo perchero de madera. Un paraguas goteando sobre la alfombra del interior. Una copa de

Hábitos

Prófugo y esquivo, diurno melancólico, estafador de olvidos, reinventor de batallas, testigo perseverante, ruin torturador de suplicas, comensal de sueños escurridizos, luchador invisible, contemplador de amarguras, sepultador de suicidios, tenas vencedor de lo absurdo, corredor estático, bebedor de versos agrios, señalador de paisajes, aviador de páginas turbulentas, bailarín del silencio, músico textual, vendedor de letras, asistente de lo fugaz, secuestrador de sombras, analista de nubes, estadista de lágrimas, matemático cacofónico, experto de inapetencias, vigilante de mi alma, arqueólogo de párrafos, reseñador de miserias, habitante de hábitos inexistentes.

La atracción

Ésta es una de las tantas historias halladas dentro de lo más íntimo que sucedió alguna vez; no fue contada en el boca a boca para que se traspasara al conocimiento abierto al público. Y esto involucra a una atracción de una extraña feria que vagaba de pueblo en pueblo. No era cualquier atracción; el letrero era claro: “Pase a mirar su destino a través del espejo maldito”, el cartel lucía unas letras rojas con un estilo ensangrentado y verde fosforescente; una mezcla de colores digna de un circo ambulante fuera de lo habitual. Y es que había muchas personas escépticas, nadie creía que un espejo pudiera reflejar el destino de cada persona. Hasta que entró el primer valiente. El encargado de cuidar la pequeña carpa de un color amarillento desgastado, era un viejo ciego con las pupilas blancas que portaba un sombrero de copa muy alta. “El primer cliente”, dijo después de soltar una risa rasposa acompañada de una tos seca y escandalosa. “Pase bajo su propio riesgo, le advierto, no todos es