Mar y destino

El mar ya no cursa el destino.
Ya sólo rompe el viento
a base de poemas y desfiguros.
El vino agota junto con las olas
a mis delirios danzantes, los más vivos.

Brota la espuma roja sobre la piel,
que me sabe a sangre,
que me sabe a humo.
¡Qué me embriaga el hambre de lo absurdo!

El barco se desmorona
con cada viento, con cada ola,
con la oscuridad que asalta el miedo.
El miedo de ahogarme en un mar oscuro.

Sopla la briza junto con mi corazón
al tierno arrullo de la esperanza,
agotándose en un ahogo de certezas,
vibrando en la marea etílica de mis apuros.

Entre revelaciones y augurios
van sonando los arrullos sombríos,
que arrasan los alivios,
que sopesan los barullos…
¡Ya no hay mar seguro!

La marea cesa, pero trae junto con ella
una seriedad pura de resaca fresca.
Ya no hay promesas, olas, ni mar, ni tifones.
Ya sólo queda una botella de vino seca.

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