Momento
¿En qué momento me convertí en un
rastreador de mí mismo? Voy cautelosamente persiguiendo huellas ensombrecidas frente
a frente ante el abismo absurdo. Soy un cúmulo de contingencias en sucesos de tiempo
desvanecido. Vivo en el porvenir de la muerte; que no se aquieta, y se siente
viva en mi presente, más la vida que se escapa a delicados susurros. Suspirando
y con ansias, voy contando horas, días…, segundos, desdichas, segmentos de mi
alma sobre el suelo frío. El fracaso es mi consuelo mientras postergo tu rostro
obtuso. Soy ginebra que da valor a tus cabalgatas. La fina percha del atardecer
nos embrutece los suspiros. Nos resguarda un colchón viejo que sustituye a las
palabras cansadas, aquellos diálogos que no se dicen con la voz, si no con las
palmas de las manos y la tristeza de las pupilas húmedas. Me niego a
disfrazarme de la decepción ante los sueños de mi infancia ante el porvenir. La
sonrisa me aprieta, pareciera que en esta vida me tocó sostener solamente rosas
blancas. Sentir la muerte de los que algún día compartí pisadas y momentos.
Momentos son los que se me escapan, los que voy olvidando… ¡Qué locura sería
olvidar la muerte! Aquella que nos enviste desde que llegamos al mundo. ¿Qué
será de ese fin? El final de mis pasos, el final de mis suspiros, esa última
imagen capturada en el momento de mi muerte. Siento que voy aprisa a ese
momento a donde aprieto fuerte la mano de una vida que se me escapa, esa mano
cruel, fría y muchas veces cálida, esa mano que nos arroja al vacío para nunca
más sostenernos… Ya siento ese fin, ese comienzo que acaba, y eso que no se
siente y que durará en la eternidad, y es precisamente ese tiempo, la eternidad
en la que estaremos muertos. ¡Qué vida, qué desdicha, qué final, qué momento!