Siento
Siento que las palabras
se me cuelgan por la espalda, como un destino reclamando sus delirios. Los
labios se humedecen poco a poco, siento un ligero sabor a sangre, a nostalgia,
al pasado que ya no existe, más sólo en la memoria. Siento un cúmulo de
recuerdos perdidos que anhelan sen recordados; redescubiertos. El corazón
tiembla, la mancha del vino tinto se expande sobre mi pecho blanco, un tanto liso.
Siento a las gotas tercas, brillantes en su caminar despierto. El agua acumula
mis desfiguros, los alivia un poquito. La ternura de sentirme vivo me abruma
frente a la luna llena. Siento como si la luna fuera el corazón gigante de la
humanidad, latiendo radiante en la noche donde los suspiros son más profundos,
más sinceros. Siento al silencio quieto, esperando a que me duerma para
espantarme el sueño. La bastedad del Cosmos me consume en mi cama vacía. Hace
mucho tiempo que no siento un abrazo dado en la oscuridad. ¿Por qué sentimos
más el dolor que los buenos momentos? Ese dolor de hallarnos finitos, seres que
algún día dejarán de existir, de ser, de respirar, de llorar, de emocionarse
por el viento en el rostro. Somos seres que nos espera el olvido. Si yo no recuerdo
quién era mi bisabuelo, mucho menos me recordarán los bisnietos de mis amigos o
hermana. ¿Por qué tenemos que ser importantes para que nos recuerden? Todo
tiende a las ruinas, ¿quién habitará la casa donde duermo en cien años? ¿A qué
olerá? ¿Qué serán de mis libros cuando yo no exista? Desde hace poco adquirí la
costumbre de rayarlos en la portada a cada uno que me ha hecho volver a
sentirme vivo: Propiedad de Jesús Neri Rincón, más mi firma de escritor. Si algún
día encuentran un libro con dicha descripción en la portada, anhelaría que
supieran de un tal JNR que amo los libros, que amó a la vida, que sintió más
que nadie el silencio y la soledad.