Vacío


Hoy es martes, son las seis de la mañana, aún sigue siendo enero, se escucha un auto a la lejanía que no quiere disponerse a marchar, el cielo sigue nocturno, las luces de navidad siguen apostadas; llameantes en las viviendas aledañas, el cigarro se disipa, el profesor no contesta mis correos, los canes aúllan ante el sonido de una ambulancia que pasa por la avenida, las noticias comienzan: nada irrelevante, la agonía me aborda, un día más con la intriga de que la vida no avanza, los días se perciben similares; aburridos, algo hace falta… «¿Cuál es mi deber?, ¿cuál es mi propósito?» El aroma de la cafeína anuncia que la taza de café yace lista en la cocina, comienzo a sorber como si fuera un desquiciado adicto, los libros me acompañan, me distraen un poco de la monotonía; pero incluso, a veces las letras se vuelven repetitivas. Busco una serie de televisión para mejorar el silencio de la habitación, ya son tantas, no sé cuál elegir. Todo parece diferente, tan variado, sé que en el fondo todo es igual y vacío. La mismas formulas, enganchar al espectador, vaya mierda… Apago el aparato, saco a pasear mi mascota a caminar al parque, los viejos madrugadores me ven con indiferencia, «¿qué estoy haciendo con mi vida?» Continúo mi caminar: mis pies tiemblan. Todo el mundo se conmociona, nadie lo puede creer, un huevo gigante ha caído del cielo. Todos huyen, algunos curiosos nos acercamos al huevo fracturado, comienza abrirse: yace vacío.

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