Falsa educación

¿En qué momento me convertí en un fuego débil y tenue? Las desdichas me consumen con su bien elaborada y ferviente devoción; ellas, pulsan los hilos oxidados de mi paciencia. Mi felicidad se ha vuelto máscara; símbolo de mi armadura ante el sujeto cruel que, me juzga y me mira y me quiere ver caer. Sólo miran la superficie, sólo miran a mi ardiente sonrisa estéril. Los comentarios saltan como piedras en el aire; lanzadas por catapultas hacia mi desprevenida ingenuidad. Son grandes balas con veneno en su interior. ¿Por qué? ¿Por qué alguien ajeno a mi ser se atreve a definirme? Si ni siquiera sé quién soy en la exactitud de mis mejores momentos. Me siento un huracán repetitivo. Ya sólo aprieto las manos de mis enemigos, anhelando que cuando les muestre la espalda, no caiga el gran filo de sus conceptos sobre mi piel tan llena de cicatrices. Las miradas brillan junto con sus colmillos camuflados, bajo sus elegantes ropas yacen escamas verdosas y ensangrentadas, bajo sus propias máscaras yacen rostros carentes de belleza y forma. Bajo su trabajada apariencia, se encuentran criaturas nocturnas; alumbradas desde rincones desconocidos en el espacio cósmico y que habitan entre la tierra. Bajo sus halagos, se esconden tentáculos llenos de viscosidad. Bajo su manto ilusorio de poder, se expande el narcisismo que ha podrido sus corazones hasta convertirlos en corazones oscuros que arrogan secreciones negras y, ciertos abscesos de color amarillento que, en su soledad, ya no les conmueve nada frente a sus reflejos. Bajo su delicada amabilidad yace una envidia devastadora que crece más y más, alimentada de odio. Actúan y se mueven en situaciones donde, sus grandes y orquestados juegos mentales, no resaltan a la simple vista. ¿Qué hago en este territorio tan tóxico, tan podrido? ¿Por qué quiero destacar en donde sólo hay oscuridad y criaturas abominables? ¿Por qué quiero participar en la falsa educación de sus instituciones? En donde se puede apreciar que es una bien orquestada simulación de “enseñar y aprender”. En donde han llevado su impulsiva insistencia de hallarse con un mínimo poder de dominio. Siento que portar la bandera de estudiante, es cargar algo hueco, algo invisible… ¿Por qué hacen perder tanto tiempo a los estudiantes en algo ilusorio que no existe a fuera de las aulas académicas? Es como si nos enseñaran a cavar tierra para encontrarnos que ya no hay tierra fuera de la universidad. Y es que, ¿por qué soportar su diminuto narcisismo militante? “No me cuestiones por qué me exaltaré o te haré caras de inconformidad y de repudio”. Siento que aprendo más de un libro sobre escritura, en lugar del propio maestro con sus aires de experto y repetitiva experiencia en la literatura. Siento que los libros son más amigables, en vez de sus rostros inflados de apatía y hartazgo. ¿Cómo un objeto inanimado puede ser más fructífero que un “ser humano”? Y es que, los docentes saben guardar sus venganzas para momentos específicos, donde finalmente llegan a consumarlas. Tú sí, tú sí, tú también, y… ¿tú? Tú…, no. Me siento fuera de la caverna, por fin siento que lo que apreciaba eran sólo sombras. Pero la luz me lastima, me quema, me hiere, me sangra, me deja impávido, desconcertado, casi muerto; pero ya puedo alcanzar a apreciar al sistema educativo y a su falsa educación. Pareciera que los profesores ya sólo están para explotar a sus alumnos y tomar sus mejores y originales ideas, y hacerlas pasar como propias. La educación, pareciera ser como entrar a espacios carcelarios, donde se nos enseña a pescar; pero extienden ese aprendizaje de pesca por cinco años o más…, y cuando al fin se culmina ese tiempo, se te otorgará un papel que diga que ya puedes y sabes pescar; pero…, cuando sales al mundo real fuera del mundo académico, te das cuenta que ya no hay agua, ya no hay peces y que ni siquiera te alcanza para comprar la caña de pescar.

J. N. R.

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