Palabras errantes

¿Cómo es que, en un espacio de “libertad”, mis letras se sientan tan llenas de asfixia? Y es que es la maldita academia, la que me convierte en un pequeño ratón frente a tanto narcicismo, frente a tanta envidia, frente a tanta competencia infantilizada. Me abruma y aborrezco el pútrido nido de víboras ponzoñosas y venenosas que decidieron portar la postura de poetas malditos en su día a día. ¿Cómo es que un profesor tan pequeño se sienta un pequeño Dios? Con su burda ilusión de poder dentro de un espacio académico. Mi alma yace ensangrentada con tanto acto vil de lambisconería. Lamer para poder ser, e ahí la cuestión. Fingir simpatía para tener diez minutos de fama estéril. Mis letras se han vuelto tímidas, mis palabras quieren disminuir su honestidad reservada. Ojalá que algún día entiendan que ese mecanismo de vida no los sacará de la jaula que otros crean de ustedes como escritores en su eterna potencia. ¿En qué momento los maestros de literatura se transformaron en lo que perjuraban aborrecer? ¿En qué momento los estudiantes de letras se volvieron tan fanáticos de las seudo figuras de autoridad? El disimular se ha vuelto religión. ¿Por qué las palabras se han vuelto tan deshonestas? He llegado a la conclusión de que, si no le gusta a un docente tu “estilo” de escritura, jamás destacarás en nada para él o ella. ¿En qué momento la literatura mutó hacia la militancia? Calladitos, los aspirantes a escritores nos vemos más bonitos. Y es que al docente, considera que ser cuestionado, es como un sacrilegio. ¿Cómo te atreves a cuestionar mi ideología literaria? ¿Cómo es posible que cuestiones mi método de “enseñanza”? Así siempre ha sido, no puedes salirte de las normas, de lo que a mí me costó como profesor frustrado. Conmigo fueron crueles otros escritores, yo crearé un ambiente igual o peor en las aulas. Mientras más sumisos sean, más lejos llegarán… Mientras más se intenten parecer a mí, pronto se les hará una buena recomendación en el circulo literario que he creado donde yo muevo los desgastados hilos de quién sí y quién no. ¿En qué momento los escritores contemporáneos se volvieron tan tóxicos? ¿Quieres publicar? Fórmate en la fila de lamidas de culo. ¿Quieres vivir de escribir? Pues te chingas, porque no lo harás hasta que yo lo haga, o mis familiares o mis descendientes, o los que más me hayan lamido las botas se mueran. No hay ninguna posibilidad de que brilles si nosotros no brillamos más. ¿Cómo te atreves a publicar algo si no tienes treinta años de experiencia? ¿Cómo te atreves a hablar de literatura si no sabes toda la historia de la literatura y no tienes todos los libros que he comprado con mi esfuerzo de lamer culos? Pero no te preocupes, en el momento que tengamos la mínima información de que hablas mal de nosotros, nosotros, los que merecemos todos los ojos de los lectores: te aislaremos. Nos encargaremos, maldita seas, de que no seas un escritor serio y nadie apueste a publicar tu trabajo. Nos enfocaremos en todas tus fallas gramaticales y de coherencia literaria. ¿Cómo crees que puedes publicar en cierto género si no has leído y ni conoces a los autores pioneros? Lo que escribes es un burdo intento de lo que alguien ya escribió y, mejor que tú. Si no dejas que te pise, jamás comenzarás a subir esa gran escalera con cientos de escalones. Suspiro…, mis letras parecen errantes. Suspiro…, mis letras yacen cobardes. Suspiro…, el mundo está podrido. Espero algún día vuelvan a saber de mí, y no extrañen que tenga la espalda llena de sangre. Ya habrá batalla, ya habrá algún espacio, ya habrá alguna periferia, alguna utopía donde mis letras se puedan acomodar y quedarse fijas, ya habrá justicia para mis muy ensangrentadas palabras errantes.

J. N. R.

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